Originalidad, entusiasmo, diálogo y trabajo son las palabras que mejor definen, al menos es mi convencimiento, la génesis de este volumen que ahora tiene el lector en sus manos. Este singular libro es el resultado de una original idea de hacer converger estudios interdisciplinarios en torno a la epigrafía medieval con las visiones y relecturas de diversas inscripciones en una exposición también ella singular que tuvo lugar en la primavera de 2019, Sendas epigráficas, en la Casa de Velázquez en Madrid, desde diferentes perspectivas de estudio y de contemplación de unos mismos objetos de análisis.
Pero comencemos por los inicios. Tras una serie de contactos que se remontan a 2016, en la propia Casa de Velázquez, entre diversos investigadores interesados por la epigrafía medieval, surgió la idea de colaborar de diferentes formas entre nosotros. Una feliz coincidencia fue la convocatoria abierta de proyectos de cooperación entre la Casa de Velázquez y la Universidad Complutense, una pequeña convocatoria, sin duda, de poco alcance económico en sus bases, pero que nos sirvió de aliciente, incluso de pretexto, para formalizar esa colaboración. Un convenio discontinuo entre ambas instituciones y que, lamentablemente, no se ha vuelto a producir, por lo que desde aquí expresamos nuestro deseo de que este tipo de convenios vuelvan a reactivarse porque existe una inveterada relación entre investigadores de ambas instituciones que se remonta a décadas.
Pero en ese momento y coyuntura de 2016, con Vincent Debiais y Morgane Uberti quienes estas líneas firman como responsables, decididos a entablar un diálogo sobre nuestros objetos e intereses de estudio, nos unimos para solicitar un proyecto en la mencionada convocatoria, que denominamos Limits, para estudiar precisamente los límites de la epigrafía medieval: límites en el ámbito cronológico, en el material y en el de los márgenes tipológicos: ¿dónde empieza la Edad Media y acaba la Antigüedad Tardía? ¿dónde concluye esa época? Las inscripciones del siglo XV ¿son medievales, prehumanísticas?, ¿cómo considerar las inscripciones de época de frontera?, ¿cuáles son los límites de la propia epigrafía?, ¿es epigrafía la inscripción pintada sobre telas, dibujada en manuscritos?, ¿cómo abordar las manifestaciones epigráficas en sellos, en monedas, en mosaicos?, ¿cuáles son las técnicas materiales para realizar una inscripción? ¿y los signos escriturarios? ¿y las marcas, imágenes grabadas en un epígrafe como elemento visual, decorativo o, por el contrario, estructural y funcional en relación con el texto?, ¿cómo analizamos el valor icónico de la propia escritura y su convivencia o su conjunción con las imágenes no escriturarias que la acompañan?, ¿cómo consideramos las escrituras grabadas en lugares recónditos que nadie puede leer?, ¿cómo analizamos esa suerte de criptogramas que nos encontramos en ocasiones en las inscripciones?, ¿cómo evaluamos aquellos signos que no terminamos de comprender bien? O ¿cómo clasificamos las que podemos denominar pseudo-inscripciones?, eso sin olvidar el otro capítulo inmenso de las inscripciones falsas…
Estas y otras preguntas nos formulamos en los tres encuentros en los que se materializó el citado proyecto Limits, ampliado a incluir en ellos otras manifestaciones epigráficas que sobrepasaban los límites pensados al comienzo, pero, ciertamente, vinculadas a las formas de materialidad, imagen y significación de las inscripciones de otras lenguas y otras escrituras: grafías de silabarios, grafías de lengua árabe, epigrafía aljamiada. Estos encuentros se desarrollaron en octubre de 2017, abril de 2018 y octubre de 2018.
Limits nos permitió, a su vez, consolidar una colaboración que después tuvo sus frutos, la participación en sendos proyectos de la Comunidad de Madrid y Fondo Social Europeo, coordinados por mí misma y con la participación de varios de los componentes hispanos de Limits, y en el que pudieron participar como investigadores asociados algunos de los componentes franceses de nuestro inicial proyecto, el propio Vincent Debiais, Morgane Uberti y, más adelante, Estelle Ingrand-Varenne, entre otros investigadores. Estos proyectos, Docemus-CM (2016-2019) y Avipes-CM (2019-2023), dedicados ambos al estudio de la epigrafía medieval y, sobre todo, de su transmisión manuscrita y documentación existente sobre ella en museos y archivos madrileños, con la Real Academia de la Historia y la Biblioteca Nacional como principales centros de investigación, han colaborado y contribuido de forma complementaria en el desarrollo de los encuentros académicos y en el de la propia exposición, la citada Sendas epigráficas, que tuvo lugar como culminación de Limits, de la que este volumen quiere dar testimonio, junto con algunos de los estudios surgidos de aquellos encuentros, pero no sólo… Ahora lo veremos.
Los estudios que se pueden ver en este volumen, aunque algunos no se correspondan de manera precisa con las exposiciones presentadas en los encuentros de la Casa de Velázquez, pues han sufrido una reelaboración como proceso de adaptación a un texto escrito para ser publicado, y otros sean diferentes, se caracterizan por mantener el mismo espíritu y formularse las mismas o similares preguntas. El libro se articula, como puede verse, en torno a la materia (matière), el signo (signe) y la cronología (temps), es decir, las líneas conductoras básicas de lo que fuera Limits. Y en él se han desarrollado excelentes trabajos por parte de los investigadores que aquí participan y ya lo hicieron en los encuentros de la Casa de Velázquez: Brigitte Miriam Bedos-Rezak, Vincent Debiais, Elisabetta Neri, Daniel Rico, Coline Ruiz Darasse, Morgane Uberti, Ambre Vilain, Christian Witschel.
Pero no sólo; junto a estas contribuciones, hay otras que complementan y amplían, incluso, las presentaciones que tuvieron lugar en dichas jornadas de trabajo. Son contribuciones que forman parte del novedoso planteamiento de este volumen. Sí, hay textos aquí incluidos que no obedecen a una mera ampliación de trabajos realizados por otros autores que puedan haber sido invitados por los editores del texto a participar, que también es esto lógicamente, sino que los editores, casi diría los “ideadores” de este volumen, Vincent Debiais y Morgane Uberti, tuvieron el acierto de pedir a algunas de las personas que asistieron a la exposición Sendas epigráficas que escribieran un texto a partir de las impresiones que habían obtenido al visitarla. Una forma de prolongación de la propia exposición que ahora se materializa en los textos de autores como Francesca Cozzolino o Jaime Siles.
Pero no sólo… Estos textos se alternan y combinan con los que explican las obras que conformaron la exposición Sendas epigráficas. Dediquemos, pues, unas líneas a la exposición.
Las exposiciones, de cualquier tipo que sean, tienen en sí mismas un carácter efímero, salvo aquellas que se denominan “permanentes” en los museos y que son, en realidad, los fondos estables que siempre se exhiben. Y ese carácter efímero genera en ocasiones cierta frustración porque una vez que finalizan ya no es posible contemplar, asir, la materialidad de los objetos expuestos y no sólo de ellos, sino de las propias coordenadas espaciotemporales en que se produjeron. Sólo los conocidos catálogos de las exposiciones permiten dejar una constancia permanente pero relativa de esas exposiciones. En ellos suelen concurrir algunos estudios especializados vinculados con la temática de las exposiciones y un registro fotográfico de imágenes y “fichas” catalográficas de los objetos expuestos.
Pero Sendas epigráficas no fue una exposición convencional, y no lo es tampoco este volumen. La exposición surgió de una idea provocada por el propio entorno en el que se desarrollaron los seminarios académicos sobre los límites de la epigrafía medieval, Limits, es decir, en la Casa de Velázquez en Madrid. Un lugar de encuentro en el que confluyen actividades en torno a la historia, arqueología, epigrafía, filología y, en general, ciencias humanas y sociales, pero que, a la vez, acoge de manera permanente a artistas plásticos de diferentes creatividades y escuelas: pintura, escultura, orfebrería, música…
De esa convivencia y de las conversaciones entre unos y otros surgió esa idea novedosa y ¿por qué no admitirlo? llena de ingenio que fue realizar una singular exposición, una exposición, como he dicho, poco convencional. En ella, a partir de la presentación de una selección más o menos arbitraria de excelentes imágenes fotográficas de inscripciones medievales, basada en la variedad, incluso en el gusto personal, pero siempre atendiendo a las temáticas abordadas en los tres seminarios previos de Limits, es decir, límites cronológicos, materiales y tipológicos, entraban en juego los artistas que iban a ofrecer su particularísima visión sobre esas inscripciones, sobre su materialidad, vista o percibida a través de las imágenes, para realizar ellos sus propias obras a partir de la inspiración que dichas imágenes pudieran ofrecerles.
Las inscripciones sufrieron entonces un proceso de deconstrucción ante los artistas, para reinventarlas y crear nuevas estructuras internas, desde la descomposición de la materia en otras superficies a la individualización de los trazos de las grafías y su relectura, podríamos decir, en un proceso creativo. En algunas ocasiones esa forma de releer la inscripción desde la creatividad artística llevó a servirse de procedimientos e instrumentos que resultan familiares a los epigrafistas, porque se asemejaban a las técnicas de realizar calcos e impresiones sobre diferentes materiales que les servían de pruebas para después desembocar también en la grabación en piedra o en otros materiales de esas nuevas inscripciones que evocaban las antiguas, pero que contaban con una nueva y bella inspiración artística.
Un simple ejemplo, de entre tantos casos como podían verse en la exposición y como quedan aquí reflejados, puede valernos para mostrar la relación establecida entre las imágenes de las inscripciones y la actuación del artista. La reinterpretación de una filacteria que podría haber estado escrita sobre una madera, un grabado, una tela o en las miniaturas de un libro, puede sorprendernos recreada dentro de una vitrina en papel doble gofrado con un texto grabado (Renommer de Noemi Melville), cuya lectura se antoja casi imposible, casi oculta, pero que sabemos inspirada en la filacteria contenida en los óleos de Juan Correa de Vivar, El profeta Isaías y el profeta David, conservados en el Prado y cuyas reproducciones fotográficas estaban al lado de la vitrina y cuya intención resulta evidente si se enmarca en el contexto en el que se diseñó y que queda aquí bien explicado en los comentarios que Francesca Cozzolino y Jaime Siles hacen en este volumen de las obras realizadas a partir de las fuentes epigráficas.
Aunque recoger esa exposición en un volumen posterior, como es éste, responde siempre a ese intento de atrapar el recuerdo y la realidad material efímera de la exposición ya finalizada, los textos escritos por Morgane Uberti que explican la propia exposición, denominados genéricamente en este libro como “Catalogue des œuvres”, acompañados del resto de los textos, de las imágenes y de las consultas de este especial volumen interactivo, nos permiten evocar de manera vívida, lo que fue la exposición y, sobre todo, lo que fue este enriquecedor encuentro de investigadores y artistas. Además del fundamental texto inicial de Vincent Debiais sobre la Collection épigraphique, acompañado del sugerente y espléndido comentario de Pierre-Olivier Dittmar sobre Le verbe émancipe, hay una serie de textos clasificados, según se ha dicho, como “Catalogue des œuvres” que nos permiten evocar la exposición a quienes la disfrutamos y aproximarse a ella para quienes entonces no la vieron: Pruebas de Marie Bonnin, Impressions de matière de Pierre de Sylvain Konyali y Paul Vergonjeanne, y de la primera también Auto-poème, Relire, relier y Renommer de Naomi Melville, Epifonias de Givanni Bertelli y Carlos Castellarnau, por último, la película nacida de la colaboración entre Andrés Padilla y Morgane Uberti.
La exposición presentaba también los límites a veces no bien definidos y, en ocasiones, difíciles de establecer en la materialización del diálogo entre investigadores en humanidades y artistas plásticos. Eso es algo que se puede comprobar en el texto que también incluido entre aquellos que genéricamente se denominan “Catalogue des œuvres”, ha elaborado Morgane Uberti, a partir de un viaje a tierras gallegas, del que no sólo se pueden ver imágenes en el texto, sino, sobre todo, en el film que lo acompaña y puede consultarse desde este volumen interactivo; un film que Morgane Uberti y Andrés Padilla denominan: Inscriptions sauvages, domestication graphique y cuyo origen se describe en su introducción:
“Le film est né d’une rencontre entre Andrés Padilla, artiste audiovisuel et plasticien, et Morgane Uberti, docteure en archéologie et chercheuse, qui ont fait le pari d’une contamination féconde de leurs univers. Cette recherche filmique se présente donc à la fois comme la mise en œuvre d’une rencontre des pratiques – scientifiques et artistiques – et une réflexion sur l’écriture et les temporalités, thématiques qu’Andrés Padilla et Morgane Uberti explorent dans leurs champs respectifs : l’image et le contemporain pour l’un, l’écriture et l’histoire pour l’une”.
Una película de 30 minutos de duración de carácter, sin duda, experimental que se exhibió al final de la exposición y que ahora analizan Vincent Debiais y la propia Morgane Uberti en el capítulo que cierra este volumen y en el que reflexionan sobre la singular experiencia que fue Sendas epigráficas y sobre lo que este mismo volumen significa.
Y son Vincent Debiais y Morgane Uberti, debemos reiterarlo, quienes tuvieron esta magnífica idea, quienes, después de los citados tres encuentros académicos del proyecto Limits y apoyados por el marco del proyecto Docemus-cm, tuvieron la idea feliz de organizar la exposición Sendas epigráficas. Sus avatares, sus logros y, muy en especial, el avance en el discurrir del pensamiento científico en torno a los problemas planteados sobre la epigrafía medieval y esa feliz colaboración de la reflexión científica y la artística quedan nítidamente expuestos no sólo en el Préambule de este volumen, sino, sobre todo, en su excelente colofón: Expérience intranquille : création contemporaine et pratiques historiennes.
Podemos recordar, simplemente, esta frase del texto de estos autores:
“En faisant dialoguer dans l’espace la source et l’œuvre, et en mettant en scène le travail du matériau épigraphique qui sépare l’une de l’autre, et qui les réunit en même temps, l’exposition fait inscription, elle devient une mise en abîme des actions sur l’objet épigraphique”.
Un diálogo que no fue fácil, desde luego, que pudo incluso resultar desordenado, pero que fue fructífero y enriquecedor, porque este tipo de encuentros y diálogos son siempre, siempre, fecundos. Vicent y Morgane dicen también:
“Bien sûr, l’artiste a créé, c’est le sens de son métier, mais Sendas comptait avec une pluralité d’artistes, en dialogue avec des chercheurs, dans un projet menant à une exposition qui réunit en un tout solidaire l’œuvre originale et l’inscription, l’idée de l’épigraphie, et le discours qui en est à l’origine. Trois processus inventifs se sont ainsi entrelacés : l’un se rapportant aux œuvres, l’autre au document dans sa transformation, le dernier ayant trait au tout dans sa mise en commun et en espace. Cet élan, parce qu’il alliait ces divers processus, a longtemps été désordonné, discordant, chaotique, mais l’on peut se demander, avec le recul, si une telle disharmonie n’a pas été, justement, la condition de crises décisives et fécondes dans le processus créatif”.
Y una última coda a esta mínima presentación. La exposición acogió también a niños y adolescentes que se animaron a tratar de reproducir en sus cuadernos y hojas escolares, letras e imágenes que veían. Una forma espontánea de poner en práctica la acción de la escritura, en cierta medida y seguramente sin ser conscientes del todo, rememorando no ya el acto mismo de escribir sino el acto epigráfico, es decir, tratar de inmortalizar un mensaje destinado a ser visto y/o a quedar grabado materialmente, pero que, como primer paso debe quedar definido y anotado por quien decide exponer ese mensaje. Y una forma espontánea e ingenua de mirar las imágenes y la combinación surgida de la conversación entre las inscripciones y las lecturas e interpretaciones suscitadas entre los artistas.
Esos niños y esas niñas que se sentaban en el suelo de los pasillos y salas de la exposición en la Casa de Velázquez estaban siendo parte activa de la exposición, estaban siendo un eslabón más, tal vez el eslabón penúltimo de esa cadena de ilusión que se había comenzado a engarzar hacía tiempo, en las primeras colaboraciones, y cuyo último eslabón, al menos por ahora, es, sin duda, este volumen que ahora se presenta.