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El cambio climático y el territorio:
Un enfoque geográfico

El cambio climático y el territorio:
Un enfoque geográfico

Introducción

Promover un curso de verano relativo al cambio climático y a los territorios en el que participan geógrafos de ambos lados del río Bidasoa es una oportunidad tanto para dar a conocer experiencias dispares como para cuestionar la frontera, un tema que siempre ha sido objeto de interés para la Geografía. En todas partes, el cambio climático es un tema de preocupación, así como un motivo de intervención de las políticas públicas, de elaboración de estrategias a mediano y largo plazo, de implementación de herramientas concretas de planificación y ordenación del territorio. En base a fuerzas y recursos académicos de equipos de la UPV/EHU y de la UPPA, aumentados por sus redes respectivas, nos interesó juntar competencias y perspectivas sobre la forma como la problemática del cambio climático se concreta, se materializa, toma forma (en el espacio, pero también en los discursos, o las categorías de acción) en diferentes territorios, con énfasis en el litoral vasco.

La suma de insumos resultantes nos provee de conocimientos básicos sobre el cambio climático como fenómeno socioambiental. Pero también nos introduce en temas más reflexivos sobre el alcance y el perímetro de la investigación, sobre lo pertinente de diferentes abordajes científicos sobre el tema, y sobre la capacidad que tiene el conocimiento científico de marcar la diferencia en términos de cambios y transformaciones deseables en nuestro contexto de emergencia ambiental. Así que, además de un contenido informativo, la serie de intervenciones organizadas en el marco del curso “El cambio climático y el territorio. Un enfoque geográfico” nos invita a cuestionar las respuestas individuales y colectivas que dirigimos al cambio climático como problema social, en los territorios, pero también las formas en que estudiamos y producimos conocimiento en torno a este problema. Esto último no es anecdótico, ya que la forma como hacemos las preguntas a menudo presume del tipo de respuesta que somos capaces de formular. El cambio climático nos plantea un doble reto urgente, en torno al hacer, pero también al saber.

Algunos aportes desde la geografía

El objeto de la geografía es el estudio de la dimensión espacial de los fenómenos, tanto sociales como naturales y, por supuesto, también de los fenómenos combinados, los fenómenos socio-naturales. La geografía presta especial atención a la forma en que las sociedades ocupan el espacio, material e inmaterialmente, y como se dan las relaciones con sus múltiples entornos (económicos, naturales, políticos, institucionales, etc.). De ahí que la geografía puede ser considerada como una ciencia de las relaciones, de las mediaciones. Por ello, es una ciencia que permite contemplar las diferentes aristas de un problema complejo como pueden serlo el cambio climático y los desafíos múltiples que deben enfrentar las sociedades en los territorios.

Los territorios no son cualquier pedazo del espacio, sino que hacen referencia a porciones definidas, identificadas y, a veces, disputadas del espacio. Son apropiados, regulados y valorados en el tiempo, por parte de diferentes actores y grupos de actores, a diferentes escalas. En definitiva, corresponden a porciones de espacio socialmente construidas, de forma material (como bien se puede percibir en el paisaje), inmaterial (por el arraigo, la identidad, la reputación), o a través de dispositivos de gobernanza (las formas en que se organiza la intervención y la regulación en dicho espacio concreto).

Si bien la geografía considera las dinámicas de los sistemas supuestamente naturales, los sistemas físicos o geo-bio-químicos, lo hace en un espacio habitado, tomando en cuenta las influencias humanas que percolan de diferentes formas. Tenemos aquí el gran reto y el aporte de la geografía: lograr pensar conjuntamente dinámicas híbridas, socioambientales, y vislumbrar las vías potenciales para gestionar, o al menos acompañar los grandes desafíos ambientales que se nos plantean hoy día, tanto a escala global como localmente. La dimensión escalar no es ninguna coquetería, ya que de ella depende lo pertinente de las preguntas que nos hacemos. Si bien podemos considerar el cambio climático como un problema de circulación de la atmósfera a escala global, no se plantea en los mismos términos a escala de una mancomunidad costera, o para los migrantes indocumentados concentrados en un suburbio precario de una metrópoli del norte global. En el litoral vasco de un lado y otro de la frontera entre Francia y España, los territorios costeros hacen frente a un mismo océano y configuraciones físicas en algunos casos muy parecidas. Sin embargo, los problemas identificados, la forma en que se estudian o los tipos de respuesta formulados pueden variar. Lo hacen en función de los territorios, construcciones sociales e históricas, y no se basan solamente en la amenaza física que se presenta hoy y a futuro.

Socializar el ambiente

Una apuesta original de la geografía de los riesgos o del medioambiente consiste en abordar los problemas ambientales no desde la perspectiva de la amenaza o las dinámicas de los sistemas físicos, sino desde los territorios, las fronteras, las instituciones o las asimetrías sociales. Las amenazas no determinan nunca los riesgos. Sin sociedades, no existen riesgos. Es más, los daños y desastres nunca se pueden relacionar de manera simple con las características de una amenaza.

En base a la literatura internacional que vincula el estudio de riesgos y la prevención de desastres, se ha constatado desde hace tiempo que los mayores obstáculos para lograr una reducción significativa de los riesgos de desastres no están relacionados con el conocimiento de los procesos físicos básicos ni con los fenómenos supuestamente naturales que nos afectan. Se ha avanzado considerablemente en la comprensión de estos fenómenos, pero contar con una idea más precisa de las tendencias de los procesos no garantiza una reducción sustancial de las vulnerabilidades y daños. La incertidumbre no es la barrera que impide actuar, adaptar y transformar los territorios. Los mayores obstáculos no radican en el conocimiento deficiente de los procesos físicos, muchos de ellos alterados, de nuestro entorno.

En función de las características territoriales, no se va a necesitar lo mismo de un climatólogo, de un hidrólogo o de un geotécnico. Dependiendo de las herramientas de planificación y ordenación, del marco normativo y legal, no se regulan de igual manera los usos del suelo. También se deben tener en cuenta las presiones demográficas diferenciadas en el espacio (en territorios costeros o tierra adentro), así como las presiones políticas de la opinión pública (justo después de un evento trágico, como Xynthia en Francia o Gloria en Catalunya). A pesar de que las leyes de la física son universales, los conocimientos no se aplican de manera homogénea ni tienen el mismo peso y sentido en contextos territoriales, sociales, institucionales y económicos diferentes. El trabajo de investigación y el objeto de estudio deben reconocer e incorporar, hasta cierto punto, las restricciones y especificidades propias del territorio estudiado en los marcos de la investigación.

A raíz de la serie de intervenciones presentadas en este curso, defendemos la idea de considerar el territorio como punto de partida para concebir una agenda de investigación alternativa, complementaria de la agenda disciplinaria y de excelencia valorada por la institución científica. Está bien construir escenarios físicos, elaborar hipótesis de evolución, perfeccionar modelos mediante la recopilación constante de datos para obtener una comprensión más precisa de los futuros ambientales y sociales posibles. Pero esto, por sí solo, no es suficiente. ¿Quién hubiese anticipado la destrucción de las industrias de Alemania y Japón después de la segunda guerra mundial, el colapso de la unión soviética en 1989, o la ocurrencia de la pandemia de COVID en 2019 con la propagación global de la respuesta “a la China” y el confinamiento del planeta? ¡Pues nadie! Ninguno de estos eventos podría haber sido anticipado por modelos climáticos tradicionales, pero cada uno de ellos ha influido más en las emisiones globales de gases de efecto invernadero que cualquier iniciativa voluntarista y coordinada para la reducción de emisiones. Estos ejemplos resaltan la necesidad de una perspectiva más amplia e integradora en la investigación, que reconozca la complejidad de los sistemas sociales y económicos interconectados con el medio ambiente.

Ampliar la mirada, abrir perspectivas

Isabelle Stengers, una filósofa política que trabaja en la Universidad Libre de Bruselas sostiene que con frecuencia hacemos gestión para no hacer política. Esta gestión abarca tanto la gobernanza, las herramientas de regulación y la gestión de riesgos, pero también la gestión más técnica de los mecanismos físicos que intentamos monitorear, comprender, acompañar o mitigar. Y a ello le dedicamos considerables recursos y esfuerzos.

Desde la aprobación de la Ley Clima y Resiliencia de 2021 en Francia, se exige considerar el trazado de la línea de costa para el año 2100 en la gestión local del espacio. Sin embargo, esta medida no contribuirá directamente a regular el uso del suelo a nivel de la parcela, dado que no podemos prever con certeza el trazado preciso. Ante esta incertidumbre, surge la pregunta: ¿Cómo debemos enfocar nuestros esfuerzos hasta el año 2100? ¿Debemos intentar definir con mayor detalle el trazado futuro o concentrarnos en concebir las transformaciones territoriales necesarias en la franja costera, independientemente del grado de incertidumbre?

Un funcionario francés de los servicios desconcentrados del Estado en Pyrénées-Atlantiques sugería que, en algunos territorios costeros, el impacto que tendrá el retroceso de la línea de costa se puede comparar con el cierre de las minas de carbón en el norte de Francia. Un proceso que llevó a la pobreza a gran parte de la población (pero no toda) en esas regiones anteriormente prósperas, afectando así a varias generaciones.

Los riesgos costeros, y más allá del cambio climático, plantean desafíos que van desde el estatus de la propiedad privada en áreas sensibles y sumamente codiciadas (como lo son las costas) hasta la transformación de las restricciones que rigen la gestión del litoral (por motivos de conservación, regulación ambiental o patrimonial, legislación urbanística, etc.). Se deben explorar cuestiones relacionadas con el papel que juegan las aseguradoras, la mutualización y a qué escala de la gestión de riesgos y desastres, y de los daños. También se debe considerar el peso de una economía turística extractiva, mono-funcional, que se impone a todo, y que hace que intereses contrapuestos lidien con tanta dificultad y asimetría.

En el ámbito de la investigación, pero también en la gestión, pensar los riesgos costeros desde los territorios, desde las sociedades, es pensar conjuntamente en todos estos desafíos. Son sumamente complejos. Involucran valores morales, intereses económicos y estrategias políticas, y hasta cierto punto, representaciones y dimensiones identitarias. Pero es fundamental considerar dicha complejidad si se aspira a estar a la altura de los retos que se avecinan.

Y parece que, frente a un mismo océano, lo que marca la diferencia de un lado y otro de la frontera en materia de gestión de riesgo costero son las instituciones, la organización del Estado, el grado de descentralización, el funcionamiento de los poderes públicos locales, las dinámicas territoriales en sus contextos… En definitiva, lo que establece la diferencia son las diversas formas en que las sociedades ocupan los espacios, son los mayores problemas que encabezan las agendas políticas y las preocupaciones de la opinión pública.

Nos enfrentamos así a un tema profundamente geográfico. Y solo debido a una pequeña línea fronteriza, en donde casi nadie más repara, podemos contrastar situaciones bien diferentes, aunque hacen referencia a espacios solamente distantes de unos pocos kilómetros. Empezando con la definición de costa o de litoral, o por la definición del Dominio Público Marítimo Terrestre, que difieren de un lado y otro del río Bidasoa. Vemos la posibilidad de pensar el riesgo costero desde regiones transfronterizas como una oportunidad de entender lo que es posible y lo que no lo es, de cuestionar lo que se plantea como natural, como una fatalidad. Este enfoque también proporciona una oportunidad para abrir horizontes y considerar alternativas en contextos de futuros inciertos, pero para los cuales disponemos de un amplio conocimiento como para actuar de forma contundente hoy.

Estructura del dossier

La serie de intervenciones presentadas se organiza en torno a dos grandes líneas de aportaciones.

La primera (Jorge Olcina e Eñaut Izaguirre) permite hacer un balance de lo que conocemos del cambio climático y sus implicaciones en el territorio, examinando sus impactos a diversas escalas y para diferentes territorios. Jorge Olcina analiza los efectos del cambio climático en las regiones de clima mediterráneo, regiones que se están viendo especialmente afectadas debido a su clima semiárido. El autor señala que los principales efectos del cambio climático en estas regiones son el aumento de las temperaturas, la disminución de las precipitaciones y el aumento de la frecuencia e intensidad de los eventos meteorológicos extremos. Además, el litoral mediterráneo español es una zona especialmente vulnerable al cambio climático, que hace necesaria la implementación de medidas de adaptación al cambio climático para reducir los riesgos asociados a estos efectos. El profesor Olcina propone una serie de acciones a implementar relacionadas con la planificación territorial, los cambios en los sectores económicos, la movilidad sostenible o la educación ciudadana. Por todo ello, sugiere la necesidad de desarrollar un plan integral de adaptación al cambio climático que aborde las diferentes dimensiones del problema, un plan basado en la evidencia científica y al mismo tiempo flexible y adaptable a los cambios que se vayan produciendo. Eñaut Izaguirre, a través de un estudio evolutivo de los glaciares pirenaicos, nos muestra el rol que estos cumplen dentro del sistema climático, alertando del gran retroceso que han experimentado en los últimos años. Las últimas mediciones muestran pérdidas récord en área y espesor de hielo, por lo que este autor advierte que de continuar con las tasas actuales, los glaciares pirenaicos podrían desaparecer en tan sólo una década, con todos los impactos ambientales, sociales, económicos y paisajísticos que ello implica.

La segunda (Nagore Dávila y Gemma García-Blanco) dirige la mirada hacia algunas respuestas generadas desde los propios territorios, ya sea centradas en mitigar o contener la amenaza o arraigadas en las especificidades y capacidades de gestión inherentes a cada territorio. Nagore Dávila se adentra en la planificación territorial frente al cambio climático en la región transfronteriza entre la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV) y Nueva Aquitania, destacando que el cambio climático se ha convertido en un principio rector de la ordenación territorial. A través de una aproximación a los instrumentos de planificación territorial en Nueva Aquitania (plan SRADDET y planes SCoT) y la CAPV (DOT, PTP y PTS), su análisis se cuestiona cómo se ha integrado la variable climática en dichos instrumentos. Su capítulo refleja dos realidades administrativas bien diferentes y enfatiza la urgencia de agilizar los periodos de elaboración y aprobación de los planes para adaptarlos a las necesidades climáticas. Por su parte, Gemma García-Blanco presta una especial atención a los entornos urbanos, que son en gran medida responsables de una gran parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero también son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático. Esta autora señala que la mitigación y la adaptación al cambio climático son dos estrategias complementarias que deben aplicarse de forma integral desde la escala local. Es fundamental que las ciudades adopten medidas de forma individual, pero también es muy importante la cooperación internacional y espacios en los que las ciudades trabajen conjuntamente para desarrollar soluciones que sean efectivas y sostenibles. Las iniciativas como el Pacto Global de Alcaldes y Alcaldesas para el Clima y la Energía y la iniciativa Europa de Misión de Ciudades son ejemplos de esta cooperación internacional. Por último, propone las Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN) como una herramienta esencial debido a sus múltiples beneficios para construir ciudades más resilientes, sostenibles y adaptadas al cambio climático, señalando que su implementación no está exenta de dificultades y que requiere, por ello, de un esfuerzo conjunto de todos los actores implicados.

En definitiva, lo que este monográfico pretende, es más allá de las competencias de cada autor o grupo de autores, dejar entrever la diversidad de los temas de investigación vinculados con la problemática del cambio climático en los territorios, pero también subraya el largo camino que queda aún por recorrer.

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Pau, Pessac
Chapitre de livre
EAN html : 9782353110025
ISBN html : 978-2-35311-002-5
ISBN pdf : 978-2-35311-003-2
Volume : 4
ISSN : 2827-1971
Posté le 15/07/2024
5 p.
Code CLIL : 3767; 4093; 4091;
licence CC by SA

Comment citer

Rebotier, Julien, Aguado Moralejo, Itziar, « El cambio climático y el territorio. Un enfoque geográfico », in : Alkorta, Itziar, Hernández, Yannick, Etxeberria, Urtzi, dir., Mugarteko ingurumena: aldaketa klimatikoa, hezkuntza-testuinguruak eta erronka digital berriak / Environnements transfrontaliers : changements climatique, contextes éducatifs et nouveaux défis numériques / Entornos transfronterizos: cambio climático, contextos educativos y nuevos retos digitales, Pessac, PUPPA, collection Schol@ 4, 2024, 27-32, [en ligne] https://una-editions.fr/el-cambio-climatico-y-el-territorio [consulté le 15/07/2024].
http://dx.doi.org/10.46608/schola4.9782353110025.5
Illustration de couverture • d’après © Metamorworks / Adobe Stock, T. Ferreira, PUPPA.
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