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El cambio climático y la gestíon del riesgo:
algunas experiencias en el litoral mediterráneo español

El cambio climático y la gestíon del riesgo:
algunas experiencias en el litoral mediterráneo español

“Lo primero que nos enseñan los desastres
es que todo está conectado”
Rebecca Solnit, Un paraíso en el infierno, 2020

Cambio climático: una evidencia científica

El cambio climático es el problema ambiental más importante al que se enfrenta la humanidad en el presente siglo. Y se ha convertido en el gran eje de políticas públicas y acciones privadas en las sociedades desarrolladas. Los efectos del proceso de alteración del balance energético planetario por la incorporación de gases de efecto invernadero de causa antrópica ya están siendo manifiestos en algunas regiones del planeta. Entre ellas, de forma evidente, en los ámbitos de clima mediterráneo.

El cambio climático supone siempre una alteración en el balance energético del planeta. El proceso actual de cambio climático por efecto invernadero de causa antrópica es una fase más de las numerosas alteraciones que ha experimentado el clima de la Tierra a lo largo de su historia. Pero es una fase singular porque ha incorporado un factor nuevo a la serie de causas, de origen natural, que han motivado históricamente los cambios climáticos en nuestro planeta. Ese factor nuevo tiene que ver con la acumulación de gases procedentes, principalmente, de la quema de combustibles fósiles que desde los inicios de la Revolución Industrial se han emitido a la atmósfera terrestre alterando su composición y favoreciendo la modificación “artificial” del mencionado balance energético de nuestro planeta.

En efecto, la radiación solar que ingresa en la atmósfera terrestre, alcanza la superficie (tierra y océanos) y la calienta. A su vez, la superficie terrstre y la propia atmósfera liberan energía hacia la atmósfera exterior en forma de radiación de onda larga. Entradas y salidas de radiación deberían estar equilibradas. Pero, en la actualidad, se sabe, por los registros de radiación, que este balance está desajustado debido a la incorporación de un nuevo componente en este balance: las emisiones de gases procedentes de la combustión de combustibles fósiles o de la liberación de metano por deshielo de suelos – permafrost – en zonas subpolares. Este desequilibrio se calcula entre 0,5 y 1 w/m2 debido a que una porción de radiación de onda larga que debería salir al espacio exterior queda confinada en los primeros kilómetros de la atmósfera terrestre, favoreciendo un progresivo ascenso de la temperatura global (fig. 1).

Sistema climático terrestre, cambio climático y balance energético planetario (diseño JOC).
Fig. 1. Sistema climático terrestre, cambio climático y balance energético planetario (diseño JOC).

A pesar del negacionismo, que expresa creencia, la ciencia basada en evidencias respalda la influencia humana en esta alteración climática. Las emisiones antropogénicas impiden que la radiación ultravioleta alcance la atmósfera exterior con la fluidez necesaria en un clima de comportamiento “natural”. Se puede afirmar, sin riesgo de equivocación, que en esta última fase de cambios climáticos experimentados en nuestro planeta, el ser humano ha “conseguido”, lamentablemente, alterar el balance energético y favorecer un proceso de calentamiento progresivo de la atmósfera terrestre de efectos nada favorables para el sistema climático.

Según el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change)1, algunas regiones climáticas son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático, como por ejemplo los ámbitos de clima mediterráneo, debido a las consecuencias socioeconómicas estimadas que serían más notorias que en otros espacios del planeta. Esto está relacionado directamente con el incremento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos naturales de rango extraordinario2 y con la propia singularidad geográfica de los territorios donde se desarrolla esta variedad climática.

Los dos elementos climáticos principales (temperaturas y precipitaciones) ya manifiestan alteraciones significativas en las regiones de clima mediterráneo del mundo. En el caso de las temperaturas, además de experimentar la subida generalizada en todo el planeta, aunque con rasgos propios en la propia cuenca del Mediterráneo3, se está produciendo variaciones en el comportamiento de las temperaturas máximas y, sobre todo, mínimas4.

En las últimas décadas, las temperaturas han mostrado cambios claros y permanentes hacia un clima más cálido debido al forzamiento antropogénico del Balance Energético Planetario5[5]. Sin embargo, no sólo las temperaturas medias sino también los episodios extremos evidencian estos cambios en respuesta al forzamiento radiativo. Los efectos de las temperaturas extremas pueden influir en varios aspectos ambientales, como el crecimiento de los cultivos, la regionalización agroecológica y el suministro de alimentos6. Las temperaturas extremas por encima de umbrales críticos también pueden provocar un aumento de la incidencia de la mortalidad y del confort de los seres humanos7. E igualmente, afectan al desarrollo de peligros naturales relacionados con la temperatura (olas de calor, incendios forestales).

Por otra parte, el cambio climático está suponiendo cambios en las precipitaciones en diversas regiones del mundo. La precipitación es un elemento especialmente sensible a las variaciones de temperatura y a las modificaciones regionales de la circulación atmosférica. De ahí su dificultad de modelización en los escenarios de cambio climático.

La región mediterránea es una de las áreas mundiales donde la precipitación cobra un protagonismo destacado, debido a su importancia para el desarrollo de actividades económicas que tienen una gran impronta territorial y económica (agricultura y turismo)8. El 6º informe IPCC destaca el área mediterránea como un espacio geográfico con elevado impacto del cambio climático por el efecto del proceso de calentamiento en las precipitaciones, y señala la elevada probabilidad de que se desarrollen secuencias secas más intensas junto a episodios de lluvia intensa más frecuentes9.

Los estudios sobre cambios en las precipitaciones de la región mediterránea han analizado tanto el impacto del calentamiento en la circulación atmosférica regional como el efecto en el volumen e intensidad de las precipitaciones. En España, se han realizado algunos estudios sobre evolución reciente de precipitaciones, con objeto de validar la hipótesis del aumento de la intensidad de las lluvias registradas en las últimas décadas. Al respecto Oria10 ha señalado que los episodios más extremos (en torno a los percentiles 98 y 99) están aumentando su probabilidad de ocurrencia, así como la intensidad de la precipitación ya que la cantidad total de precipitación acumulada en los episodios que superan el percentil 98 (así como percentiles superiores) crece considerablemente en el periodo analizado (1965-2020).

En el informe sobre evolución futura de las precipitaciones intensas en España11, que toma como período de referencia 1971-2000, y maneja las proyecciones climáticas de EURO-CORDEX (horizonte 2100) se indica apunta un aumento de la torrencialidad, con lluvias extremas asociadas a duraciones cortas para escenarios RCP 8.5 especialmente en el este de la península Ibérica.

Cardoso et al.12, evalúan los cambios futuros en la precipitación en la península Ibérica (IP) bajo el escenario RCP8.5. Los cambios se analizan para dos períodos climáticos futuros, a saber (2046–2065) y (2081-2100). El estudio indica que, en el escenario de cambio climático, se espera que una gran parte de la región experimente una reducción de las precipitaciones anuales de aproximadamente un 20-40% y que alcance el 80% en verano a fines del siglo XXI. Estos resultados implican que el cambio climático probablemente influirá en la cuantía anual de las precipitaciones y en los eventos de precipitación torrencial a lo largo del siglo XXI, especialmente en las regiones del sur peninsular, lo que incrementaría los procesos erosivos en este ámbito.

Serrano-Notivoli et al.13 a partir del análisis de la variabilidad espacial y temporal de la precipitación diaria en España en el período 1950-2012, basado en el conjunto de datos cuadriculados de alta resolución SPREAD a una resolución espacial de 5 × 5 km., encuentran los siguientes hechos significativos: 1) un ligero aumento global en la duración de los eventos de precipitación, especialmente a lo largo de la franja mediterránea; 2) un aumento de la frecuencia de eventos de baja precipitación y una disminución de la frecuencia de eventos altos y muy altos (inverso en la costa mediterránea); y 3) una ligera disminución de la intensidad al considerar eventos únicos (duración de 1 o 5 días), pero una tendencia negativa significativa en la precipitación media y mediana al considerar todos los días de precipitación (p> 0), especialmente en el litoral mediterráneo.

Miro et al.14 en su estudio sobre evolución de precipitaciones en las cuencas hidrográficas del Júcar y Segura, a partir del empleo de CMIP% GCMS Local Downscaling, en escenario de emisión RCP 4.5 y 8.5 y con manejo de 900 series de precipitación señalan la tendencia al aumento en la frecuencia de desarrollo de episodios de lluvia torrencial en las áreas costeras del ámbito de estudio analizado, frente al descenso importante en las cabeceras de estos ríos.

El proceso de calentamiento climático parece haberse incentivado el proceso de calentamiento y las manifestaciones extremas asociadas a nivel planetario, y en los los ámbitos de trabajo seleccionados15. El 6º Informe IPCC califica a las regiones de clima mediterráneo como “hotpost” de cambio climático a nivel mundial debido a la aceleración de evidencias de alteraciones experimentadas en los elementos climáticos y en la génesis de eventos atmosféricos extremos (IPCC, 2022).

En los próximos años, hay cuatro factores clave que van a seguir impactando significativamente en el proceso actual de cambio climático y en la gestión del riesgo:

Emisiones continuas y sin control: Lamentablemente, las emisiones no han disminuido; año tras año, se establecen récords, siendo el último invierno (2022-23) otro ejemplo de esta tendencia. La necesidad urgente de frenar las emisiones es evidente, y la persistencia de este problema destaca la gravedad de la situación. Los resultados, poco ilusionantes, de la COP 28 (Dubai, diciembre 2023) que apenas ha conseguido una declaración de reconocimiento de la necesidad de reducir la dependencia de los combustibles fósiles a nivel mundial, pero sin fijar objetivos ni plazos concretos para culminar la transición energética, ayudan poco a pensar en una futura “naturalización” del comportamiento de balance energético planetario.

Fenómeno ENSO en el Pacífico: El fenómeno de El Niño y la Oscilación Meridional, que se ha iniciado en 2023 en el Pacífico americano, podría desarrollarse como uno de los más intensos, similar al experimentado en 2015-2016. Los efectos de un ENSO intenso no solo se limitan a las regiones asiáticas y americanas del Pacífico sur, sino que tienen repercusiones en otras latitudes planetarias, a través de procesos de teleconexión de la circulación atmosférica planetaria. Además, la intensificación de un Niño lleva consigo un aumento en la temperatura media del planeta que se manifestaría de forma notable en 2024.

Radiación solar: La radiación solar, fuente fundamental de nuestro clima, está sujeta a variaciones en su intensidad. A pesar de haber experimentado dos ciclos solares recientes débiles, el aumento de la temperatura terrestre desde 2000 ha sido constante, lo que indica que el clima terrestre ya no tiene exclusivamente un comportamiento “natural”, sino que manifiesta la entrada en juego de un nuevo componente en su balance energético: el forzamiento radiactivo de origen humano. Además, la elevada probabilidad de que se desarrolle un ciclo solar activo (ciclo 25) en los próximos años contribuirá, sin duda, a la subida térmica global de nuestro planeta.

Acumulación de calor en cuencas oceánicas: Este factor se presenta como el más preocupante, por la transcendencia en el comportamiento térmico de nuestro planeta a medio y largo plazo. La acumulación de calor en las cuencas oceánicas del mundo, y también en los mares que rodean a la península Ibérica – especialmente en la cuenca del Mediterráneo –, se manifiesta ya en un aumento significativo de la temperatura del agua. Desde 1980, la temperatura en el Mediterráneo ha aumentado en 1,4 grados, mientras que la temperatura del aire en este perído lo ha hecho a la mitad de ese ritmo (0,7 grados). Este desequilibrio tiene consecuencias directas en el clima, afectando la temperatura y las precipitaciones, elementos cruciales para el funcionamiento de los territorios, para el confort climático y para el desarrollo de peligros atmosféricos.

Nuestro planeta afronta unos años decisivos en materia de cambio climático. A corto plazo la tendencia de subida de la temperatura media terrestre resulta innegable, puesto que no se están realizando esfuerzos a escala global para disminuir la presencia de CO2 de origen antrópico en la atmósfera. De manera que, junto a las medidas de mitigación, de cambio de modelo energético, que puedan adoptarse en los diferentes países y regiones del mundo, es indispensable que comiencen los programas de adaptación al cambio climático en las actividades económicas más expuestas – agricultura, turismo – y en el medio urbano que es el más vulnerable al impacto del cambio climático y de sus extremos atmosféricos asociados.

Regionalización del cambio climático en el litoral mediterráneo español

El litoral mediterráneo español es una las zonas del mundo donde los efectos del calentamiento climático están resultando más evidentes, especialmente desde 2010. En este espacio geográfico, que puede definirse como región-riesgo, convergen un uso intensivo del territorio (población y actividades económicas) y unas condiciones del medio físico que someten a elevada presión el aprovechamiento de los recursos naturales (agua, suelo y vegetación). Cualquier alteración en las condiciones climáticas conlleva una manifestación rápida en el resto de elementos del medio físico. El VI Informe del IPCC16 ha señalado la cuenca del Mediterráneo como un “hotspot” a nivel mundial en materia de cambio climático, debido a la rapidez que está mostrando la alteración en algunos elementos climáticos y ambientales y el impacto socio-económico que manifiesta. El informe “Risks associated to climate and environmentalchanges in theMediterranean region”17, ha puesto de manifiesto que el calentamiento térmico experimentado en esta región ha sido superior al registrado en el resto del planeta (1,5ºC desde 1880, frente a 1,1º C para el conjunto de la superficie terrestre).

El litoral mediterráneo español presenta unos rasgos propios que singularizan los efectos del cambio climático actual en este espacio geográfico. Fundamentalmente, la presencia de un mar frente a sus costas que manifiesta un proceso de calentamiento rápido en las últimas décadas, condiciona el funcionamiento de los dos elementos climáticos más importantes para la caracterización de los tiempos y climas (temperaturas y precipitaciones) (fig. 2).

Efecto “mediterráneo” del proceso de calentamiento climático 
por efecto invernadero de causa antrópica (diseño JOC).
Fig. 2. Efecto “mediterráneo” del proceso de calentamiento climático por efecto invernadero de causa antrópica (diseño JOC).

El clima en la fachada mediterránea española ha experimentado alteraciones significativas en las temperaturas y las precipitaciones desde hace tres décadas. Es un hecho constatado con datos científicos. En el litoral mediterráneo hay cuatro procesos que tienen relación estrecha con el mecanismo planetario de calentamiento global: 1) variaciones estacionales de las precipitaciones y la intensificación de los chubascos; 2) el incremento de la temperatura media y, en especial, del calor nocturno, manifestado en las denominadas “noches tropicales” (Tª> 20º C) y “ecuatoriales” (Tª> 25º C); 3) el desarrollo de eventos atmosféricos extremos con una frecuencia mayor de la existente antes de 2000; y 4) el señalado calentamiento de las aguas del mar Mediterráneo occidental en su sector central (mar de Argel y mar Balear), que está, sin duda, en el origen de las tres alteraciones anteriores señaladas de las precipitaciones, temperaturas y manifestaciones atmosféricas extremas. Los cuatro procesos están corroborados en datos científicos; son manifestaciones claras de cambio climático en el litoral mediterráneo español.

Cambios en la precipitación

El primer proceso, los cambios en la precipitación, es el que suscita más incertidumbre a medio y largo plazo, ya que no hay que olvidar que la irregularidad de las lluvias es uno de los rasgos distintivos de los climas del litoral mediterráneo. A nivel general, en las principales series climáticas entre Girona y Málaga no se aprecia aún una tendencia clara de disminución generalizada de las precipitaciones, aunque sí en la distribución e intensidad de las mismas, especialmente en las áreas próximas a la línea de costa. Por tanto, las tendencias actuales en la precipitación media anual muestran sectores donde llueve algo menos de la media (período 1980-2010) y otras donde esa precipitación es, curiosamente, algo mayor (p.e. litoral sur de Valencia y norte de Alicante).

Lo que si se registra es un cambio en el tipo de precipitación. Desde el comienzo del presente siglo, se observaque las precipitaciones de origen convectivo (especialmente aquellas asociadas a la presencia de situaciones de “gotas frías” en capas medias-altas de la troposfera) cobran cada vez más importancia, frente a las precipitaciones frontales de origen atlántico.

Junto a ello, también se está modificando el calendario de desarrollo de las precipitaciones de intensidad horaria, que se presentan en cualquier estación del año. No se limitan al otoño, como estación tradicionalmente considerada de riesgo de inundaciones. Se producen eventos que rondan o superan los 100 mm. en apenas una o dos horas, en cualquier mes. Incluso en verano, especialmente en la segunda quincena del mes de agosto, se aprecia un aumento de la torrencialidad en el litoral del Golfo de Valencia, asociados a eventos de las denominadas “lluvias cálidas”, síntoma del proceso de calentamiento intenso que experimenta el sector balear del mar Mediterráneo en este momento del año.

Estos cambios en las precipitaciones no se reflejan sólo en las lluvias, también en las nevadas. Se da el hecho, aparentemente paradójico, de que mientras disminuye el número medio anual de días con heladas en consonancia con el proceso general de calentamiento térmico, aumentan los episodios de “nevadas intensas”. Es decir, episodios de nieve relacionados con circulaciones de “gota fría” y entrada de vientos de levante en superficie que dejan en pocas horas cantidades muy elevadas de precipitación sólida en las montañas mediterráneas. Es el caso de la nevada de intensidad horaria registradas en enero de 2017 y enero de 2020 (borrasca “Gloria”) en diversas provincias del litoral mediterráneo o de las nevadas “intensas” registradas en la propia ciudad de Barcelona en los últimos años (marzo 2010, febrero 2018).

Otro dato relevante es la modificación estacional en el desarrollo de las precipitaciones, porque las lluvias de primavera tienden a perder, pero a favor de las de otoño, en el reparto anual. Esto es especialmente significativo en el extremo meridional del Sistema Ibérico, donde tienen su nacimiento algunos de los ríos importantes que recorren nuestro país, bien con desembocadura en el mar Mediterráneo (Júcar, Turia) o bien en el Atlántico (Tajo). Esto ha sido señalado por diversos trabajos18[18] que llegan a señalar la progresiva ganancia de extensión territorial que experimenta el régimen de lluvias típicamente mediterráneo (máximo pluviométrico en otoño) desde el propio litoral mediterráneo hacia el interior de la península Ibérica, donde el pico principal de lluvias se sitúa generalmente en primavera (sector oriental de la cordillera ibérica). Este hecho tiene una repercusión directa en la planificación hidrológica, puesto que las aguas de primavera son muy importantes para el desarrollo con normalidad de la actividad agraria y para la acumulación de reservas hídricas, en embalses y acuíferos, que permitan atender el aumento del gasto en los meses cálidos del año.

Los cambios señalados en la intensidad y estacionalidad de las precipitaciones en el área mediterránea española, están relacionados con las alteraciones que está experimentando la circulación atmosférica en latitudes medias del hemisferio norte. Son cada vez más numerosos los estudios que señalan que la pérdida de velocidad de la corriente en chorro (en este caso, el jet polar del hemisferio norte) estaría provocando un importante incremento de episodios adversos (olas de calor y de frío, sequías intensas y lluvias torrenciales) en latitudes medias, donde se localiza la región mediterránea. Este hecho estaría ocasionado por el registro de un menor gradiente térmico entre las franjas de latitud como consecuencia del calentamiento global, que implicaría una menor velocidad de la corriente en chorro. Algún estudio ha señalado que la velocidad media de la corriente en chorro polar se habría reducido un 14% desde 19801920. Esto implica una mayor ondulación del chorro, es decir, la generación más frecuente de ondas planetarias (crestas y vaguadas) con desplazamientos más rápidos de masas de aire cálido hacia latitudes septentrionales y de aire polar o ártico hacia el sur.Muñoz et al.21 ha confirmado, recientemente, el aumento de la circulación atmosféricas de “gota fría” en latitudes medias planetarias, que en hemisferio norte habría supuesto un incremento del 20% desde 1960 a 2017.

Además, en el sector europeo de las latitudes medias, las zonas donde se habría concentrado la instalación de estas depresiones aisladas en niveles altos de la atmósfera corresponderían a Golfo de Cádiz y al Mediterráneo Occidental en su conjunto. Tomando como referencia el nivel de los 200 hPa, en Europa el número de DANAs al año entre 1960 y 1990 se mantuvo estable, con cerca de 30 anuales. Sin embargo, a partir de 1990 se ha producido un repunte importante, rondando actualmente las 35-40. El proceso actual de calentamiento térmico planetario parece tener buena culpa de ello, ya que se ha demostrado que las corrientes en chorro se han ido desplazando hacia los polos, al igual que la célula de Hadley y la zona de convergencia intertropical; sin olvidar la contracción del vórtice polar y el enfriamiento de la estratosfera. Con un jet más ondulado, se producen bloqueos que favorecen la aparición de ramales subtropicales y polares más débiles, algo muy relacionado con el incremento observado en Europa en el número de gotas frías.

Incremento de temperaturas. Perdida de confort térmico, aumento destacado de las “noches tropicales”

Por su parte, el incremento de la temperatura media anual a nivel global es innegable. El litoral mediterráneo español no es una excepción en este proceso. En el conjunto de observatorios de los territorios del mediterráneo, entre Cataluña y las provincias mediterráneas de Andalucía, el aumento de temperaturas ha sido de 0,8º C en los últimos cien años, con un ascenso muy pronunciado desde 1980. Sin embargo, la manifestación más evidente de la pérdida de confort térmico en esta región ha sido el incremento muy notable de las denominadas “noches tropicales”, en las que el termómetro no desciende de 20º C durante toda la noche. Desde 1970 a la actualidad el número de noches tropicales en muchas ciudades de la región mediterránea se ha triplicado, pasando de 20 noches tropicales al año a unas 60 ó 70 (y en algunos casos más).

Además, desde el año 2000 se observa un aumento de noches en las que el termómetro no baja de 25º C, e incluso en los últimos años ya se ha dado alguna jornada en la que la temperatura mínima diaria no ha descendido de los 29-30ºC. A las temperaturas nocturnas elevadas se suma la elevada humedad relativa en las localidades de la costa. Este último indicador tiene mucha importancia, puesto que con valores de humedad relativa del 70% o más, la temperatura que realmente siente el cuerpo humano es del orden de unos 4-7º C mayor respecto a la que marca el termómetro. Este es el aspecto que genera una mayor pérdida de confort climático como consecuencia del calentamiento global en el área mediterránea.

Varios factores explican este aumento de los valores de temperatura mínima en nuestra región. En primer lugar, el propio ascenso de las temperaturas como consecuencia del proceso de calentamiento global. Durante los últimos años, se observa que el verano tiende a alargarse entre el final de la primavera y el principio del otoño en la fachada mediterránea. Otro factor a tener en cuenta es el citado aumento de la temperatura del mar Mediterráneo, cuyas consecuencias más palpables son el aumento de las temperaturas mínimas y de la humedad relativa, así como variaciones en el régimen de las precipitaciones, especialmente en el litoral y prelitoral del litoral valenciano. El último factor resulta determinante en el aumento de las temperaturas (especialmente nocturnas) en los núcleos de población del litoral y aquellos de mayor tamaño. Nos referimos al efecto de la “isla de calor urbana”, que modifica a nivel local las características climáticas (temperaturas, precipitación, aparición de problemas de contaminación atmosférica, entre otros). El asfalto o el cemento retienen el calor del día, mientras que por la noche van perdiendo temperatura poco a poco, transmitiendo este calor al aire, situación que se da difuminando conforme nos vamos alejando del centro de la ciudad. En ocasiones, entre la periferia y el centro de una ciudad en la costa mediterránea española las diferencias pueden ser de 4-5ºC, e incluso más.

Por su parte, las temperaturas máximas muestran una tendencia al aumento en las comarcas interiores del litoral mediterráneo. Este aumento es mayor entre la primavera y la primera mitad del verano, destacando el mes de junio, como período que presenta una tendencia más acusada de subida en sus temperaturas máximas. En las proyecciones de temperatura en el litoral mediterráneo para final del presente siglo se aprecia una acusada pérdida de confort térmico durante el verano, lo que puede asociarse a unas temperaturas por encima del nivel óptimo de confort térmico, bien sea por máximas excesivas (preferentemente en el interior) o bien por la frecuencia de noches tropicales (preferentemente en el litoral)22. Y ello tiene una repercusión directa en las actividades agrarias (ciclos de cultivo) y turística (temporada alta) que deberán adaptarse a la nueva coyuntura climática prevista.

Incremento de eventos atmosféricos extremos en un territorio de alta exposición

Una de las consecuencias de mayor impacto socioeconómico del proceso de calentamiento climático es la génesis de eventos atmosféricos extremos que, además, tienen un comportamiento singular en la cuenca occidental del Mediterráneo, debido al propio incremento de la temperatura superficial marina. En el litoral mediterráneo se ha comprobado el aumento en el desarrollo de precipitaciones de intensidad horaria, de jornadas de calor prolongado, de temporales marítimos con efectos en la primera línea de costa, así como la génesis más frecuente en la última década de fenómenos de tromba marina y de nevadas de carácter torrencial en áreas de montaña. Los datos oficiales de los observatorios meteorológicos de esta región climática y los informes del portal SINOBAS (Aemet) muestra un aumento de los informes sobre estos episodios atmosféricos extremos ocurridos desde el inicio del presente siglo en la fachada este de la península Ibérica y en el archipiélago balear.

Los episodios de lluvia intensa, que generan precipitaciones de intensidad (hasta 100 mm. en 1 h.) son los que muestran una tendencia creciente desde 2000. De manera que no son necesarias cantidades de lluvia torrencial para que se generen elevados daños económicos en los territorios afectados. Este aspecto muestra otro aspecto del análisis de riesgo que también se ha incrementado en los últimos veinte años en el litoral mediterráneo: la vulnerabilidad y la exposición ante eventos atmosféricos de rango extraordinario debido a la implantación de viviendas y equipamientos en áreas inundables.

Especialmente intensos han resultado los últimos temporales marítimos en la costa mediterránea española. Desde 2015 se han sucedido 3 temporales (2017, 2020, 2021) con graves efectos en equipamientos y viviendas situadas en primera línea de costa. Especialmente enérgico fue el temporal provocado por la borrasca “Gloria” (enero de 2020) que causó importantes pérdidas económicas en toda la costa mediterránea. Los efectos de estos temporales contrastan con la permisividad de la legislación de costas española (Ley de Costas de 2013) que autorizó la prolongación de concesiones en dominio público marítimo-terrestre hasta setenta y cinco años más. Recientemente la Ley de Cambio Climático (Ley 7/2021) ha abierto la posibilidad de revisión de la ocupación del domino público en el contexto actual de cambio climático.

Un mar Mediterráneo más cálido

Por último, un dato muy relevante y manifestación evidente del cambio en las condiciones climáticas de la costa mediterráneaespañola es el aumento de la temperatura superficial del mar Mediterráneo. En efecto, el mar Mediterráneo ha experimentado un calentamiento de sus aguas en toda la cuenca, pero de modo singular en los extremos oriental y occidental de la misma. En el sector occidental, los datos aportados por el CEAM (2022) muestran un calentamiento de 1,4 º C entre 1980 y 2022. Esto significa que el calor acumulado en la cuenca marina es superior al propio calentamiento experimentado en el aire en el mismo intervalo de tiempo, según los datos registrados en los observatorios del litoral mediterráneo español.

El mar Mediterráneo, por tanto, está más cálido que hace tres o cuatro décadas, en un proceso de acumulación de calor, especialmente a partir de finales de primavera (mayo-junio) y prolongándose en verano hasta bien entrado el otoño (octubre y comienzos de noviembre). Resulta muy destacable que desde el año 2000 se han observado picos de hasta 30ºC durante el verano en las aguas próximas a Baleares y Argelia, un valor más propio de mares tropicales. En definitiva, el período anual en que hay aguas cálidas frente a las costas del Mediterráneo español es mucho mayor que hace unas décadas y además, estas aguas están más calientes. Este hecho tiene dos efectos directos sobre elementos climáticos del litoral mediterráneo español: perdida de confort térmico, especialmente en verano, debido al aumento de las noches cálidas entre finales de primavera y comienzos del otoño; y génesis de precipitaciones de intensidad debido a la transferencia de calor desde la superficie marina a la atmósfera en los procesos de convección.

Junto a estas evidencias que manifiestan ya los datos de los elementos climáticos en el litoral mediterráneo, quedan incertidumbres que la investigación deberá estudiar en los próximos años. La evolución de las precipitaciones es, sin duda, la incógnita importante, puesto que el calentamiento de la atmósfera y el mar Mediterráneo puede dar lugar a la formación más frecuente de nubosidad convectiva y tormentas. Los modelos de cambio climático indican una reducción generalizada de las precipitaciones, lo que va a condicionar la circulación de agua en los ríos y su infiltración en los acuíferos. Así, por ejemplo, en las cuencas del Júcar y Segura y en escenarios de emisión moderados, esta reducción se estima entre un 8-10% respecto a la actualidad hasta mediados del presente siglo. Hasta el momento presente, como se ha señalado, la tendencia de las últimas décadas en esta cuestión es a la acumulación de cantidades de lluvia más destacadas en la franja litoral frente a los territorios del interior. Se muestra un incremento significativo en el sur de la provincia de Valencia y norte de Alicante, pero será necesario estudiar la evolución de este elemento climático en las próximas dos décadas, al menos, para confirmar las tendencias actuales en el conjunto del litoral mediterráneo.

El viento es otro elemento de difícil modelización. No conocemos bien el comportamiento que pueden tener las brisas en una atmósfera más cálida y con un mar Mediterráneo también más caliente, entre primavera y otoño. Por otra parte, los procesos de reajuste energético serán teóricamente más enérgicos en una atmósfera más cálida y ello puede dar como resultado la formación de borrascas “enérgicas” de forma más habitual, que transiten por las latitudes ibéricas en su desplazamiento hacia el Mediterráneo, con lo que también se vería afectado el litoral mediterráneo por esta mayor presencia de vientos fuertes, con efectos en la actividad agraria y en el mobiliario urbano. Tampoco está claro el comportamiento de mecanismos de oscilación oceánico-atmosférica que afectan al territorio valenciano, como la NAO (Oscilación del Atlántico Norte) y la WeMO (Oscilación del Mediterráneo occidental), puesto que no se conoce la tendencia de los sistemas de presión a nivel de mar, en unos mares más cálidos23. Si sigue la expansión hacia latitudes septentrionales de la célula de Hadley de nuestro hemisferio, nos podemos aproximar a un clima con cambios de estaciones mucho más difuminados y con presencia de dos momentos contrastados a lo largo del año: una estación más cálida, con desarrollo de tormentas, muy prolongada, y otra menos fría que la actual, que ocupará apenas uno o dos meses del año. Un clima mediterráneo aún más subtropicalizado. Pero este supuesto, tiene que corroborarse con los datos científicos en las próximas décadas.

La relación agua-atmósfera se manifiesta también con efectos en la subida del nivel del mar y sus consecuencias en la franja costera. El informe sectorial sobre los océanos y la criosfera del IPCC24 manifiesta gran preocupación por el efecto de subida del nivel del mar que ya se registra en áreas litorales de grandes cuencas oceánicas (Pacífico y Atlántico). Para la cuenca del Mediterráneo, el problema no es tan evidente aún, pero en el informe se hace notar el efecto que tendrá la dilatación del agua del mar (calentamiento) y la frecuencia más elevada de temporales marítimos (temporales de levante en el litoral mediterráneo español) en la franja costera. Estas conclusiones han sido avaladas en el trabajo sobre efectos del cambio climático en las costas del mundo25 y en el propio informe de los efectos del cambio climático en la costa española26. En esta cuestión, en el litoral mediterráneo preocupa sobremanera el proyectado desarrollo más frecuente de situaciones atmosféricas que den lugar a temporales marítimos en la franja costera. Los episodios desarrollados en enero de 2017 y enero de 2020 (borrasca “Gloria”) han puesto de manifiesto el riesgo existente en diversas áreas de litoral mediterráneo con ocupación del dominio público marítimo terrestre, bien por edificación previa a las legislaciones más recientes de costas (1988, 2013), bien por tratarse de concesiones administrativas en dicho dominio que han sido ampliadas por la última normativa reguladora de este medio (2013 y reglamento de 2014). De manera que el litoral mediterráneo precisa de adaptación de instalaciones en zonas de elevado riesgo ante temporales marítimos y efecto previsto hacia finales de siglo de la subida del nivel del mar.

Efecto de temporales marítimos, cada vez más frecuentes, en el litoral mediterráneo en áreas costeras con ocupación concesional (diseño JOC).
Fig. 3. Efecto de temporales marítimos, cada vez más frecuentes, en el litoral mediterráneo en áreas costeras con ocupación concesional (diseño JOC).

Cambio climático y gestión del riesgo: la necesidad de adaptación. Acciones y agenda

Como señala Solnit27 las comunidades tras un desastre pueden resurgir, pero ello suele implicar renuncias y cambios en modos y maneras de actuar sobre el territorio. Los peligros que afectan a un espacio geográfico suelen ser múltiples y afectan a sistemas diversos (naturales, sociales, económicos, culturales). De ahí que la reducción del riesgo, la adaptación ante la probabilidad de ocurrencia de eventos extremos debe abordarse desde enfoques multidisciplinares y multicriterio. Los desastres enseñan la interconexión de todos los elementos en el sistema territorial, una cuestión fundamental en el análisis del riesgo.

Los cambios que están experimentando los elementos climáticos en el área mediterránea obliga a realizar, en los próximos años, cambios en algunas planificaciones de medio y largo plazo de enorme interés para el correcto funcionamiento del país. Se trata de la necesidad de adaptación a la nueva realidad climática. Estos cambios en la planificación afectan a los procesos de planificación de las actividades económicas, especialmente de las más expuestas a las consecuencias del cambio en los elementos climáticos (temperaturas y precipitaciones), como son la agricultura y el turismo. Asimismo, deben adaptarse las pautas de la planificación territorial, esto es, la asignación de nuevos usos en el suelo realizada hasta ahora bajo escenarios de un clima que se pensaba inalterable y que ya no es tal. Un apartado especial merece la planificación hidrológica que debe apostar por la gestión de la demanda y no tanto por la política de oferta de recursos a la vista de la irregularidad manifiesta en las precipitaciones. Por último, debe adaptarse la planificación de emergencias debido al incremento que están experimentando los eventos atmosféricos extremos, al protagonismo que están adquiriendo algunos peligros climáticos y a la aparición de nuevos riesgos en el marco de la modelización climática. En definitiva, cambios en planificaciones fundamentales para el funcionamiento de una sociedad impulsados por las modificaciones registradas en las condiciones climáticas (fig. 4).

Cambio climático, extremos atmosféricos y planificación (diseño JOC).
Fig. 4. Cambio climático, extremos atmosféricos y planificación (diseño JOC).

La incorporación cambio climático y de sus extremos atmosféricos asociados es fundamental en la planificación territorial y de las actividades económicas a corto y medio plazo. Una atmósfera más cálida aumenta la velocidad de las masas de aire, generando eventos extremos con mayor frecuencia. Esto incrementa el grado de peligrosidad en los territorios y, por ende, el grado de riesgo. Para la gestión de este aspecto, la planificación territorial se convierte en una herramienta esencial de reducción del riesgo. Y La infraestructura verde que incorpora diferentes capas de información, incluyendo los efectos del cambio climático y los riesgos asociados, es de gran utilidad en este proceso.

Dos elementos fundamentales en este proceso son la cartografía y el conocimiento de la legislación. La cartografía precisa y la mejora continua de las herramientas cartográficas son esenciales para una planificación efectiva. Además, entender la legislación, que varía según cada país y región, es crucial. En España, la aprobación de la Ley de Cambio Climático en 2021 ha tenido un impacto significativo, permitiendo a las comunidades autónomas adaptarla a sus necesidades y aprobar normativas propias de cambio climático y transición energética.

En la experiencia de los últimos años, se ha trabajado en la incorporación del cambio climático y el riesgo en la planificación, especialmente en diseño urbano, zonas verdes, transporte sostenible, movilidad sostenible, eficiencia energética, sistemas de agua y drenaje sostenibles. La planificación normativa, regulada en diferentes escalas, y figuras como las ordenanzas y los planes de adaptación son herramientas importantes.

Resulta prioritaria la elaboración de planes de adaptación al cambio climático en esas escalas. Especialmente interesante es el diseño de actuaciones en la escala local porque es la más próxima a la ciudadanía y donde la implicación de las esferas pública y privada puede ser más efectiva. Estos planes de adaptación deben incorporar medidas de ordenación territorial, de cambios en los sectores económicos, de movilidad sostenible, de educación ciudadana y de comunicación a la población. La implementación de las acciones contenidas en los planes de adaptación en la escala local tiene en las ordenanzas municipales un eficaz procedimiento jurídico-administrativo. Estos planes se deben elaborar bajo los principios de territorios de “emisiones cero” y de “economías sin carbono” que ya se están desarrollando en regiones y ciudades de países avanzados. Estos planes deben tener un sistema transparente de seguimiento a partir de elaboración de informes de estado y del establecimiento de un sistema de indicadores.

En el área mediterránea comienzan a elaborarse este tipo de planes, aunque a un ritmo lento para la importancia de las acciones que deben implementarse en los próximos años. Uno de ellos es el Plan de Adaptación al Cambio Climático de Benidorm, el gran municipio turístico en la costa del Mediterráneo español, que ha aprobado recientemente un plan de adaptación al cambio climático. Este plan incluye un sistema de información geográfica completo, digitalización del planeamiento municipal y el diseño de más de ochenta medidas a implementar en los próximos años.

La cartografía, con proyecciones climáticas del IPCC, Copernicus, Aemet y agencias meteorológicas regionales, es esencial para la planificación. Aunque aún se trabaja para llegar a la escala local en los modelos de cambio climático, se han logrado proyecciones a escalas interesantes. La disponibilidad de fondos económicos a nivel europeo también respalda estas iniciativas, permitiendo la implementación de medidas concretas en los territorios.

En los últimos años se han desarrollado proyecciones precisas sobre magnitudes como el nivel del mar, y existen mapas de riesgo, especialmente para eventos de inundación. Se ha trabajado intensamente en el diseño urbano considerando el aumento de temperaturas, el nivel del mar, y cambios en las precipitaciones. Las ciudades deben adaptarse a nuevas condiciones climáticas, especialmente en el sistema de alcantarillado y drenaje urbano. Asimismo, en los próximos años va a ser esencial adaptar la vivienda al cambio climático, diseñando edificios acordes con las nuevas condiciones climáticas regionales. La participación de la inteligencia artificial puede ayudar en el proceso de adaptación de la ciudad al cambio climático.

Inteligencia artificial (IA) en el diseño de actuaciones urbanas de adaptación 
al cambio climático. Ejemplo de la ciudad de Alicante (Diario Información. Recreaciones 
elaboradas con IA por Vicente Plaza a partir de las ideas aportadas por el autor).
Fig. 5. Inteligencia artificial (IA) en el diseño de actuaciones urbanas de adaptación al cambio climático. Ejemplo de la ciudad de Alicante (Diario Información. Recreaciones elaboradas con IA por Vicente Plaza a partir de las ideas aportadas por el autor).

Un ejemplo destacado de plan de adaptación al cambio climático y a los riesgos naturales de la franja costera es el PATIVEL (plan de acción territorial de infraestructura verde del litoral). La protección del frente litoral frente a los riesgos y a los efectos previstos del cambio climático (subida del nivel del mar, incremento en la frecuencia de los temporales de levante) propició la elaboración de este Plan, aprobado en 2018. El PATIVEL está diseñado desde los principios de la conservación y gestión sostenible y en el marco de nuevos criterios para la ordenación del territorio ya que se fundamenta en el concepto de infraestructura verde, herramienta de trabajo básica en la planificación territorial en diferentes países y regiones del mundo28.

El PATIVEL pretende la protección de un total de 7.500 ha. del litoral de la región, cifra que integra el 12% de los suelos que aún no han sido urbanizados en la franja de 500 metros desde el límite interior de la ribera del mar. En estos suelos que quedan protegidos se incluyen, además de los espacios catalogados ambientalmente, los escasos tramos del litoral que permanecen sin ocupar urbanísticamente o que no cuentan con un plan urbanístico aprobado o en proceso de desarrollo29. La adaptación al cambio climático y la protección frente a los riesgos (inundaciones y temporales) son dos de los elementos que definen la Infraestructura Verde de la franja litoral, de cuyo resultado surgen las áreas de regulación urbanística. Para afrontar la protección, se plantea incluso la desclasificación de suelos urbanizables sin programa aprobado, el aspecto más novedoso y controvertido del PATIVEL. Como apuesta por el futuro del PATIVEL, se ha insistido30 que la protección de estas áreas singulares debería incorporar medidas para la gestión de los suelos protegidos ya que se trata de evitar que estas áreas sustraídas a la presión urbanizadora terminen abandonadas. Para ello, se podrá recurrir a los planes de paisaje, así como a medidas de gestión conjunta entre la administración regional y local e incluso a convenios con los propietarios del suelo para una conservación y gestión de áreas singulares que han pasado a formar parte de la infraestructura verde del litoral. Otra opción de futuro consistiría en llevar a cabo planes de compras de terrenos protegidos por parte de la administración regional, siguiendo el modelo de otros países. Un aspecto de gran interés para la planificación territorial futura de la franja litoral en la Comunidad Valenciana ha sido la elaboración de un portal de cartografía de detalle sobre efectos de la subida del nivel del mar en la costa, de acceso universal que resulta muy significativa de las actuaciones urgentes que deben llevarse a cabo en algunos tramos de la costa valenciana para desocupar viviendas en situación concesional.

La gestión del agua también debe ser reconsiderada, abandonando el paradigma tradicional centrado en la oferta y adoptando un enfoque de gestión de la demanda. La planificación hidrológica debe considerar la expansión climática y priorizar la gestión eficiente de los recursos hídricos. Se destaca la importancia de la economía circular del agua, integrando diversos recursos hídricos disponibles en un esquema hidrológico sostenible. La ciudad, en el contexto del cambio climático, se convierte en un área generadora de recursos hídricos al implementar prácticas de economía circular del agua. Después de consumir el agua urbana, las ciudades pueden tratar las aguas residuales para reintegrarlas al sistema. Esto incluye no solo las aguas residuales domésticas sino también las aguas pluviales, que antes se descargaban en ríos o mares. Estas prácticas permiten sumar recursos hídricos que pueden ser utilizados para abastecer diferentes usos, como los urbanos, turísticos y agrarios.

Modalidades de planificación de agua en España. Adaptación al cambio climático (diseño JOC).
Fig. 6. Modalidades de planificación de agua en España. Adaptación al cambio climático (diseño JOC).

El enfoque de gestión de la demanda se presenta como crucial en la planificación hidrológica. La gestión eficiente de los recursos hídricos implica considerar la calidad del agua, su tratamiento, y la incorporación de prácticas de economía circular para maximizar la utilización de los recursos disponibles.

La reutilización se presenta como una fuente fundamental para la garantía de abastecimientos agrarios. En la actualidad, el nivel de reutilización del agua en España es muy bajo (10% del total de agua urbana depurada) , lo que indica un gran potencial para mejorar esta práctica. El enfoque de planificación por cuencas de aguas residuales, donde los entornos urbanos se convierten en suministradores de agua a través de recursos no convencionales, destaca como una estrategia relevante en el contexto climático actual. La utilización de infraestructuras como colectores de pluviales, parques inundables y sistemas de depuración de alto grado son esenciales para implementar este tipo de soluciones.

En relación con el trasvase del Tajo-Segura, uno de los asuntos que generan controversia territorial en el área mediterránea, se subraya la importancia de tener en cuenta la realidad científica sobre las tendencias de precipitación en la cabecera del río Tajo. A pesar de las consideraciones políticas, es esencial basar las decisiones en datos científicos que reflejen la disminución de las precipitaciones que se está produciendo en la cabecera del Tajo (Montes Universales). Por ello, es necesario diseñar un plan alternativo para la garantía de abastecimientos en las áreas actualmente beneficiadas de las aguas de dicho trasvase en Murcia y Alicante, donde se incorporen recursos de depuración, reutilización para usos agrarios y, en casos puntuales, desalación. La ciudad puede liderar este cambio, pagando por soluciones como la desalación, y redistribuyendo los usos de agua limpia que anteriormente se destinaban a usos urbanos hacia usos agrarios.

La última secuencia de sequía registrada en España (2022-24) ha puesto de manifiesto, de nuevo, que ninguna región climática puede escapar a los efectos de varios meses con precipitaciones muy por debajo de lo normal. Ni incluso las áreas de clima atlántico del norte peninsular. Esto subraya la necesidad de que la planificación hidrológica en nuestro país no puede depender exclusivamente de la lluvia, debido a la irregularidad y clara tendencia a la disminución de precipitaciones que se manifiesta ya en algunas zonas. Y las perfectivas de futuro que muestra la modelización climática puede empeorar esta situación. De ahí la necesidad de apostar por una planificación del agua basada en la buena gestión de la demanda que aborde soluciones locales o regionales y que olvide las propuestas de grandes obras hidráulicas, especialmente trasvases, que no resultan viables económica ni ambientalmente y no son solución para la garantía de abastecimiento en momentos de sequía, que es cuando más falta hacen al no existir recursos sobrantes que trasvasar.

Por su parte, el turismo va a experimentar cambios en sus calendarios. La subida de temperaturas puede cambiar el calendario turístico en el litoral mediterráneo español, prolongando la temporada alta hacia la primavera y el otoño. Estos cambios van a suponer la necesidad de aplicar medidas de adaptación en los destinos turísticos (planificación urbana, eficiencia energética en edificios) para aprovechar la extensión de la temporada turística durante más semanas al año. Son cambios que no solo tiene implicaciones económicas sino también sociales y que supondrán modificaciones en los calendarios de vacaciones e incluso escolares.

El impacto del cambio climático en la subida del nivel del mar y eventos extremos destaca la necesidad de una planificación cuidadosa en áreas costeras. Ampliar periodos concesionales sin considerar estos factores puede ir en contra de la tendencia natural y aumentar los riesgos asociados al cambio climático. Los efectos señalados de los episodios de temporal marítimo con oleajes intensos que han afectado a la costa mediterránea en los últimos años (p.e. borrasca Gloria) ha puesto de manifiesto la necesidad de actuar de forma diferente sobre el espacio litoral. Así, por ejemplo, algunos municipios de Cataluña (delta del Ebro) están aprobando actuaciones para recuperar espacios de arena (playas, dunas), retirando paseos marítimos y vías de acceso al mar, debido a su impacto negativo para el mantenimiento de estas formas litorales.

Por último, los protocolos de gestión de las emergencias deben ser actualizados ante la posibilidad de fenómenos extremos más frecuentes y en cualquier época del año. Y estos protocolos deben enseñarse a la población en los territorios de riesgo, bien a través del currículo académico bien mediante campañas de comunicación del riesgo en la escala local, principalmente. La promoción del voluntariado para la gestión de las emergencias, que existe en algunos países, puede ser una buena fórmula para conseguir la implicación de la población local en las medidas de adaptación al cambio climático y sus extremos asociados. En la Comunidad Valenciana se está llevando a cabo este proceso de adaptación al cambio climático de la gestión de las emergencias. El desarrollo de eventos extremos de gran impacto (incendios forestales, inundaciones) ocurridos en los últimos años ha motivado el desarrollo de acciones en este sentido que deberán impulsarse en el resto de territorios del litoral mediterráneo español en los próximos años.

En definitiva, se trata de cuestiones que resaltan la necesidad de una planificación integral y sostenible que considere el cambio climático y fomente prácticas que preserven la biodiversidad y la buena salud ambiental de los territorios. El cambio climático es, o así debe ser, una oportunidad para realizar buenas prácticas económicas, sociales, culturales y educativas que permitan reducir el impacto causado por el ser humano en la atmósfera terrestre. Es un reto que nos obliga a estar preparados y a actuar de forma prudente sobre un medio cada vez más incierto.

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Pau, Pessac
Chapitre de livre
EAN html : 9782353110025
ISBN html : 978-2-35311-002-5
ISBN pdf : 978-2-35311-003-2
Volume : 4
ISSN : 2827-1971
Posté le 15/07/2024
23 p.
Code CLIL : 3767; 4093; 4091;
licence CC by SA

Comment citer

Olcina Cantos, Jorge, « El cambio climático y la gestión del riesgo: algunas experiencias en el litoral mediterráneo español », in : Alkorta, Itziar, Hernández, Yannick, Etxeberria, Urtzi, dir., Mugarteko ingurumena: aldaketa klimatikoa, hezkuntza-testuinguruak eta erronka digital berriak / Environnements transfrontaliers : changements climatique, contextes éducatifs et nouveaux défis numériques / Entornos transfronterizos: cambio climático, contextos educativos y nuevos retos digitales, Pessac, PUPPA, collection Schol@ 4, 2024, 33-56, [en ligne] https://una-editions.fr/el-cambio-climatico-y-la-gestion-del-riesgo [consulté le 15/07/2024].
http://dx.doi.org/10.46608/schola4.9782353110025.6
Illustration de couverture • d’après © Metamorworks / Adobe Stock, T. Ferreira, PUPPA.
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