Insula I O Insula de las termas
La Insula I (Fig. 2) se encuentra en el llamado Barrio de las termas, uno de los sectores más notables de la ciudad. Está en un entorno privilegiado ya que se halla situada al lado de los baños públicos del municipium y muy cerca del foro.
La Insula, con unas dimensiones de 72,80 m de longitud por 24,70 m de anchura máxima, se articula en tres domus que presentan varia s particularidades debido a las condiciones propias del yacimiento bilbilitano. Las casas romanas se caracterizan por su construcción en extensión, algo que tuvieron que sacrificar las viviendas de esta ciudad para guardarse de la compleja orografía a la que se enfrentaban, como ya hemos dicho anteriormente. No renunciaron, sin embargo, a establecerse como grandes residencias propias de una ciudad romana, así que se decantaron por una solución en altura. Esta Insula descansó sobre dos terrazas erigiéndose como una construcción de tres niveles, de tal forma que el inferior de ellos, compuesto por un frente de tabernas, se situó en la primera terraza y los dos siguientes, formados por la zona noble y la de servicio respectivamente, en la segunda. Estuvo además rodeada por tres calles; a una de ellas quedó abierto el espacio comercial ubicado en la planta inferior. En la superior hubo una calle trasera, y en sentido perpendicular a modo de rampa quedó la tercera vía, conectando ambas terrazas.
Cronológicamente, el estudio del material cerámico extraído proporciona una fecha en torno a mediados del siglo I a.C. para su construcción1. Hasta ahora se pensaba que las tres domus que la conforman prolongarían su vida hasta mitad del siglo I d.C., cronología fundamentada por la ausencia de terra sigillata hispánica. Las últimas investigaciones, sin embargo, han hecho replantearse este supuesto, al menos en lo que respecta a la Domus 3, ya que el material pictórico exhumado contradice esta información. Sea cual fuere la fecha de su ocaso, este se vincula a dos factores: los problemas estructurales que sufrió al asentarse directamente sobre la roca madre sin que esta fuera retallada –a excepción del cerramiento sur sobre el que descansaba la tercera domus– y las grandes presiones ejercidas por las terrazas.
Domus 1
En lo que respecta a la Domus 1 (Fig. 3)2, su construcción se llevó a cabo a mediados del siglo I a.C. realizándose una reforma hacia el cambio de Era para dotarla de un balneum. Seguramente y en este caso, en torno a mediados del siglo I d.C. se abandonó la vivienda, momento en el que se tapiaron todas las puertas. Cabe destacar, sin embargo, que la planta inferior dotada con el frente comercial, a juzgar por los datos cerámicos y los hallazgos monetales, estuvo en funcionamiento hasta el siglo III d.C. (Martín-Bueno & Sáenz 2001-2002, 132; Uribe 2015, 210-215).
Con planta itálica y aspecto ortogonal, contó con tres accesos3, uno de los cuales se dirigía directamente al patio porticado (H.2) a través del vestibulum (H. 1). En torno a él identificamos algunas habitaciones como la cella ostiaria (H.3), un triclinum (H.5) –bastante irregular en su planta–, un tablinum (H.4) y un cubiculum (H.6). Una de las habitaciones (H.7) fue interpretada en un primer momento también como un cubiculum pero los resultados obtenidos en base al estudio de los fragmentos decorativos y en estuco hallados de forma dispersa entre las tabernas T.13 y T 12, sumado al hecho de que no se halló en el momento de la excavación el muro de separación entre la estancia y el patio porticado, ha servido para establecer la hipótesis de que en realidad estamos ante una exedra o quizás un oecus corintio4.
El aspecto más reseñable de esta domus es la reforma que sufrió para la instalación de un balneum (H.8)5, fenómeno que V. García-Entero (2005, 274-278) data hacia el cambio de Era. Se pudo documentar gracias al análisis del aparejo de los muros, ya que los correspondientes con la remodelación carecían de zócalo previo, asentándose directamente sobre el pavimento y sin la característica zanja de cimentación (Martín-Bueno et al. 2007, 224, nota 10).
Se completa la casa con un conjunto de tabernas (T. 10-13), las cuales, en un segundo momento, se unificaron para formar un único establecimiento, una posible poppina. Cabe la posibilidad de que sobre este frente comercial se extendiera la segunda planta (Martín-Bueno & Sáenz 2001-2002, 138) aunque también podemos pensar que estos comercios fueron independientes.
Los elementos decorativos de revestimiento y pavimentación han ayudado a confirmar las hipótesis sobre la cronología de la Domus 1. Los restos más antiguos, correspondientes a la fase republicana de la vivienda, ornamentaron casi con total seguridad la posible exedra u oecus corintio solado con un mortero blanco. El hecho de conservar una decoración antigua, solemne, incita a hipotetizar que esta era la habitación de mayor representación dentro de la casa, tesis avalada por la certeza de que era la primera que se veía al entrar en la domus. A este periodo también hay que adscribir el opus signinum que pavimentó el tablinum, el cual, tras la reforma, tuvo que ser mutilado en su parte oeste al sufrir la estancia un retranqueo por la instalación del balneum y el propnigeum6. Las paredes fueron remodeladas con un III estilo sobrio elaborado por un taller de escasa pericia, aspecto que anima a pensar que, al menos tras el cambio de Era, esta habitación no contaba con prestigio alguno. En lo que respecta al techo, los fragmentos recuperados fueron tan escasos que han impedido incluirlos en a una u otra fase del tablinum, si bien es cierto que presentan pigmentos diferentes y más caros que las paredes, como el rojo cinabrio y el azul egipcio, lo que nos hace pensar que posiblemente, como ocurre con el pavimento, formaran parte de un conjunto de época republicana. Este fenómeno según el cual pavimento y techo son de una época anterior a la decoración muraria está ampliamente atestiguado en pintura romana; sirva como ejemplo el procedente de la calle Añón de Caesar Augusta (Zaragoza) (Guiral et al. 2019). El nuevo balneum contó con un firme realizado con mortero de color verde-grisáceo. Sobre él, un bocel de media caña recorrió la totalidad de la estancia, cuya esquina se perforó para ubicar el desagüe. Sus paredes estuvieron completamente revestidas de blanco aunque, quizás por acción del humo, hubieron de ser repintadas en repetidas ocasiones. En cuanto al resto de las habitaciones, el patio porticado estuvo solado con un pavimento de piedras de río de pequeño tamaño que debió corresponder a la segunda fase de la casa, ya que cubría una parte de los plintos de alabastro, hallados in situ, sobre los que apoyaron las columnas –que se exhumaron en estado fragmentario en la misma estancia– de fuste circular, alma de madera y elaboradas también en estuco. Hasta hace poco tiempo se pensaba que estaba decorado únicamente en blanco, pero ahora sabemos que parte de sus paredes se pintaron en rojo, al menos en su zona superior, algo común en este tipo de espacios al aire libre o más secundarios. La cella ostiaria, por su parte, estuvo pavimentada con una simple lechada de cal sobre la roca retallada; el único fragmento pictórico hallado nos remite a una decoración banal en la que una banda blanca separa un campo verde y otro morado. Interesante es, sin embargo, el reverso, en el que se observan las improntas en positivo de un repiqueteado, lo que indica que esta decoración se dispuso sobre otra anterior. Esto nos lleva a concluir que esta pequeña habitación también se redecoró con el cambio de Era. El triclinium, pavimentado con un mortero blanco, estuvo completamente decorado en negro –al igual que su homólogo en la Casa del Larario– tal y como recomendaba Vitruvio (Sobre la Arquitectura VII, IV 4). El cubiculum, cuyo pavimento estuvo formado por un mortero negro en este caso, presenta en su decoración de techo y muros una interesante particularidad que no hace sino avalar la identificación de esta estancia (Guiral & Mostalac 1993; Guiral et al. 2018a): las paredes se revistieron de color blanco pero, separando la zona de transición de la zona de reposo destinada al lectus, se dispuso una semicolumna de color morado flanqueada por dos filetes de color rojo. Esta separación también se hizo notar en el techo de la estancia, diferenciando las dos zonas mediante una cubierta plana –de la se conservan restos de infulae de color rojo y un magnífico rosetón– para la primera y una abovedada para la segunda, marcando la transición entre una zona y otra mediante un luneto elaborado en estuco cuya moldura, con el llamado “pico de loro” en la zona superior, nos remite cronológicamente a la primera mitad del siglo I d.C. El frente de tabernas también estuvo revestido pero de forma banal. En todas ellas se hallaron fragmentos que remiten a simples decoraciones basadas en una sucesión de paneles amarillos encuadrados por filetes rojos y separados por interpaneles del mismo color. Este tipo de decoración confirma, en cualquier caso, la utilización de la pintura para jerarquizar las estancias de la Domus 1 (Íñiguez et al. 2020).
Aunque han sido brevemente mencionadas en el párrafo anterior, merecen un capítulo aparte el gran número de cornisas halladas en todas las estancias de la casa, sobre todo y lógicamente en el frente de tabernas situado en el nivel más inferior de esta construcción en pendiente, y a excepción del oecus/exedra a causa del fenómeno ya explicado más arriba. Fueron recuperados, estudiados y clasificados un total de 52 tipos de los cuales aquí destacaremos tres aspectos: se ha podido identificar perfectamente qué tipo decoraba cada estancia, cronológicamente todas estas se adscriben a la primera mitad del siglo I d.C. –a excepción nuevamente de las pertenecientes al oecus/exedra– por la presencia del característico “pico de loro” en su tercio superior, y muchas ni siquiera pertenecerían a la Domus 1, ya que por su decoración podemos saber que su datación sobrepasa los límites cronológicos de la casa. Posiblemente, las molduras fechadas en la segunda mitad del s. I d.C. provienen de las estructuras que con seguridad existieron en la zona superior del cerro donde se asienta la Insula I. A esto debemos sumar los restos de capiteles y fustes de columnas también realizados en el mismo material y correspondientes al patio porticado –sección circular– (Guiral et al.a 2018) y los ya citados de sección poligonal adscritos a la estancia (H.7) (Guiral et al. 2021).
Así, podemos concluir que a pesar de que esta casa fue construida en la segunda mitad del siglo I a.C., toda ella, excluyendo H. 7, se reformó con el cambio de Era.
Domus 2
La cronología de la Domus 27 es similar a la de la Domus 1 (Fig. 4). Son fundamentalmente los restos pictóricos, como veremos a continuación, los que hacen llevar el momento de su construcción al siglo I a.C., primera fase de la vivienda. La segunda fase también se iniciaría en el cambio de Era, a juzgar también por el material decorativo y por el hallazgo de terra sigillata itálica bajo los espacios E.11, E.12 y E.13 (Martín-Bueno & Sáenz 2001-2002, 142) y concluiría a mediados del siglo I d.C., ya que ningún resto hallado proporciona una fecha más tardía.
Según M. Martín-Bueno y C. Sáenz (2001-2002, 146-147), a diferencia de la Domus 1 que se mantuvo inalterable a excepción del tapiado de las puertas, la vivienda que ahora nos ocupa fue demolida para crear una estructura nueva, una supuesta plataforma. De esta segunda edificación, cuyo material cerámico nos proporciona fechas en torno al siglo II d.C., apenas han quedado restos a excepción de una serie de muros de muy mala factura. Sobre la funcionalidad de la plataforma, el hecho de que ninguna de las cotas de los muros se halle por encima del nivel de los pavimentos de las termas, así como la propia cronología del abandono y derribo de las viviendas, hace que M. Martín-Bueno y C. Sáenz (2003, 357) se planteen la posibilidad de que fuera una palestra vinculada a las termas.
La Domus 2también es de planta itálica y cuenta con un acceso doble. El principal daba paso a la planta noble y se realizaba a través de una escalera adosada al lateral sureste. El segundo estaba situado en la calle trasera dispuesta en la segunda terraza. A él se accedía por una escalera que arrancaba desde el atrio (H.1).
La casa cuenta así con tres plantas documentadas: en la superior se halla un atrium (H.1) en torno al cual se distribuyen el resto de las habitaciones entre las que se han identificado el tablinum (H.2) totalmente abierto, la culina (H.3), interpretada así por la presencia de maderas carbonizadas, y el triclinum (H.4), cuyo acceso al atrio se ha perdido. Sobre el atrio, M. Martín-Bueno y C. Sáenz (2001-2002, 140) piensan que sería del tipo testudinado, principalmente por la ausencia de impluvium, y la presencia de una pavimentación uniforme. La existencia de una cisterna formando parte de la estructura de la casa hace argumentar a los citados autores que el atrio toscano se desplazó hacia ese lugar donde esta construcción hidráulica haría las funciones de compluvium. Para M. Beltrán (2003, 21), sin embargo, este ámbito constituye un patio de servicio, dada su falta de centralidad respecto a las habitaciones de representación de la casa, hipótesis por la que también se decanta P. Uribe (2015, 218), quien apunta, además, que posiblemente la estancia destinada a proporcionar luz a la vivienda sería H. 5.
Los cubicula seguramente se situaron en la zona este de esta planta tercera; de ellos se ha recuperado la decoración pictórica de uno (H.14), sobre la que luego volveremos, hallada en la habitación-almacén (6-7) –interpretada así por la gran cantidad de cerámica de almacenaje exhumada en ella– de la segunda planta. Destaca esta estancia por contar con un acceso en la zona sur tapiado con gran cantidad de adobe para llevar a cabo su amortización y sellado. Posiblemente existiera otro cubiculum sobre la habitación (H.8), de la que desconocemos su funcionalidad.
En la primera planta a nivel de calle se hallarían las tabernas (T.9 y T.10) de mayor longitud que las pertenecientes a la Domus 1. Para la interpretación de las estancias (E.11, E.12 y E.13), asociadas con las tabernae, hemos de esperar a la descripción de su decoración.
Aunque esta domus aún se encuentra en estudio, los resultados provisionales de los restos pictóricos y pavimentales han permitido el planteamiento de interesantes hipótesis sobre las que trabajar en un futuro (Guiral & Íñiguez 2012). En el tablino, pavimentado con mortero blanco, se conservaba parte de la decoración in situ que nos permite comprobar la existencia de paneles rojos con filetes triples de encuadramiento –característicos del III estilo– e interpaneles negros; una gran cornisa de estuco daba paso al techo blanco, recuperado en el transcurso de la excavación. En el triclinio, también solado con mortero blanco, se halló la caída del techo, cuya decoración ignoramos ya que se observa únicamente el reverso como consecuencia del desplome. La planta noble de la casa finaliza con la cocina, pavimentada con un empedrado, y el espacio (H.5) con mortero blanco y zona central rehundida y con un canal de evacuación hacia el exterior.
Las tabernas de la planta calle están pavimentadas con mortero de cal y recubiertas sus paredes con un manteado de barro pintado de blanco. Como hemos apuntado, asociadas a ellas están la antesala (E.11), solada con mortero blanco, y dos pequeñas estancias gemelas (E.12 y E.13), pavimentadas con mortero negro y pintadas con paneles rojos e interpaneles negros. En relación a su funcionalidad, su planta y la presencia de pavimentos negros nos permiten identificarlas con dos cubículos precedidos por una antecámara que tienen una clara relación con la taberna vecina: ¿un hospitium de pequeño tamaño con los cubículos para el descanso de los viajeros o dos cellae meretrices donde los esclavos ejercían la prostitución? La cercanía a un edificio público, como son las termas, permite ambas interpretaciones.
Como hemos comentado, el mejor conjunto de la casa se halló formando parte del relleno que colmataba el almacén (H.6-7) de la planta segunda y cuyo origen posiblemente tenemos que situar en un cubiculum cuadrado de la planta tercera (H.14), de 11 m2, donde –como en el caso del cubiculum (H.6) de la Domus 1– los 2/3 primeros corresponden a la antecámara o procoeton, y 1/3 restante perteneciente a la cámara-alcoba o coeton; sectores separados por pilastras adosadas realizadas en estuco y coronadas por capiteles. Esta separación queda, también, marcada en la cubierta, siendo plana en la antecámara y abovedada –precedida por un arco moldurado– en la alcoba.
La decoración se articula en un zócalo, dividido en compartimentos que imitan lastras marmóreas mediante vetas blancas sobre fondo verde, amarillo y marrón. La zona media se resuelve a través de una sucesión de paneles monocromos –verde, rojo o amarillo-ocre–, y otros de imitación alabastrina. La zona superior presenta la imitación de pequeños sillares dispuestos a “soga” –emulando distintos tipos de mármol– y a “tizón” violetas o amarillos. Cabe señalar además que tanto la zona media como la zona superior presentan la imitación del almohadillado mediante filetes de encuadramiento bícromos, cuyo fin es realizar un juego de luces y sombras y dar la sensación de relieve. Por último, una banda cuya decoración copia un listón de madera, da paso al epistilo enmarcado por unas molduras a modo de pequeñas ménsulas (Lope 2007, 185-192; Martín-Bueno et al. 2007, 235-272; Lope & Martín-Bueno 2009; Sáenz et al. 2010, 441-452).
Estas pinturas son las más antiguas de la vivienda pues se fechan en la segunda mitad del siglo I a.C.8. Así pues, al igual que la Domus 1, esta casa cuenta con una fase republicana, pero no hallamos constancia de la fase augústea sino una posterior ya fechada en la fase final del III estilo (35-45 d.C.), a tenor de los restos pictóricos presentes en el tablino y, posiblemente, en los cubículos (E.12 y E.13) relacionados con las tabernas.
La estructura denominada como Domus 3
Durante su excavación, no concluida por el momento, se diferenciaron dos supuestas viviendas (Domus 3 y 4) (Fig. 5). Sin embargo, hoy estamos en disposición de afirmar que realmente son espacios que formaron parte de una misma domus arquitectónicamente muy compleja y con varias fases de reforma. Debemos situar su construcción en un momento un poco más tardío que el de sus compañeras. P. Uribe (2015, 222) la adscribe a la etapa augústea, periodo en el que tiene lugar la remodelación de varias estructuras en muchas zonas del yacimiento. Se edifica sobre anteriores construcciones en funcionamiento desde mediados del siglo I a.C. hasta principios del siglo I d.C. –a juzgar por el material exhumado– de las que, sin embargo, desconocemos su utilidad (Martín-Bueno & Sáenz 2003, 358-361; Martín-Bueno et al. 2004, 473-487; 2005, 343-354; 2006, 342)
El abandono de esta vivienda se explica, según M. Martín-Bueno y C. Sáenz, por el mismo fenómeno ocurrido en la Domus 2, es decir, debido a su destrucción a mediados del siglo I d.C. por problemas estructurales, y su amortización y sellado con adobes y con los propios escombros de las habitaciones para erigir una posible plataforma posterior (Martín-Bueno & Sáenz 2003, 356-357). Sin descartar esta hipótesis, tras el examen del material pictórico que a continuación vamos a describir, quizá debamos pensar que el ocaso de la domus tuvo lugar en realidad en un momento posterior a la mitad del siglo I d.C. De lo contrario, además, su periodo de ocupación sería extremadamente corto.
La Domus 3, delimitada por dos calles en los lados oeste y este, también fue una edificación de tres alturas (Martín-Bueno et al. 2005, 344). La planta inferior contó con un frente comercial porticado (T.6, T.7, T.8 y T.9) (Martín-Bueno et al. 2004, 475), que conectaba, a través de una escalera (4) retallada en la roca, con un almacén (H.2) situado en la segunda planta, el cual se encontró amortizado en el momento de la excavación (Martín-Bueno et al. 2006, 342-343). La tercera planta fue, en este caso, la zona residencial, en la que tenemos documentado un triclinium (H.13). Esta se extendería por encima del frente de tabernae, aunque también cabe la posibilidad, como en los casos anteriores, de que los cajones de cimentación actuasen como muro de cierre. La presencia de basas de alabastro para la sustentación de postes de madera nos hace pensar en la existencia de un segundo piso de este material avalando la tesis de la independencia de las tabernas respecto de la casa.
Recientemente, se ha relacionado con la estructura la gran cisterna –que estaría cubierta– situada bajo un espacio abierto pavimentado al cual se accedería por unas escaleras monumentales (Martín-Bueno et al. 2007, 254-256).
En lo que respecta a la distribución interna del espacio residencial, P. Uribe piensa que el patio porticado por dos de sus lados existente en la tercera planta, adosado al muro de aterrazamiento (H.10)9 y solado con tierra compacta, sería el foco central de la vivienda, de tal forma que el resto de las habitaciones quedarían organizadas en torno al mismo. De estas, se tiene constancia del triclinio (H.13) que, como hemos dicho, no se halló conservado in situ pero del cual sabemos gracias al hallazgo de una pared del mismo, prácticamente intacta como luego veremos, en el almacén del piso inferior (H.2); y de la estancia (H.1), cuya funcionalidad desconocemos por el momento (Uribe 2015, 227-228).
Esta vivienda destaca por la cantidad y calidad de los restos pictóricos exhumados. Las tabernae (T.6, T.7, T.8 y T.9) y el almacén (H.2) aparecieron colmatados por los derrumbes de las estancias situadas en la zona superior. Algunos de ellos todavía se encuentran en fase de estudio por lo que sólo podemos presentar aquí un avance.
La taberna (T.6), solada con opus tesselatum blanco y negro con diseño de triángulos, decoró sus paredes con un rodapié moteado sobre fondo negro y un zócalo dividido en compartimentos rojos y amarillos mediante bandas verdes. La zona media presenta una organización similar, con paneles rojos que alternan con interpaneles negros separados entre sí por bandas verdes; en estos interpaneles encontramos, además, un fuste de tipo metálico, cuyos remates son, por el momento desconocidos. (Martín Bueno et al. 2004, 475).
Junto a estas pinturas, fechadas claramente en la segunda mitad del s. I d.C. (IV estilo), por su similitud con otras halladas en Bilbilis realizadas por el mismo taller, se encontraron fragmentos de un conjunto pictórico de época anterior, III estilo tardío, del que se conservan fragmentos correspondiente a un friso superior en el que, entre macizos vegetales, aparece un pavo real, y que datamos en la primera mitad del s. I d.C. De este mismo conjunto han llegado hasta nosotros también fragmentos correspondientes a columnas rodeadas de guirnaldas vegetales y un pequeño cuadro con la representación de un conejo que debía mordisquear frutos que han desaparecido10 (Martín-Bueno et al. 2004, 476).
El espacio (H.2) se hallaba solado con pavimento de tierra apisonada y cal y solamente el muro norte estaba recubierto con un manteado de barro y cal. En él se exhumó el zócalo de la pared occidental del triclinio (H.13) de la planta superior. La decoración estaba dividida en dos zonas por una pilastra de estuco de color negro. La primera ocupaba 1/3 de la pared, estaba situada en la entrada, y se encontraba decorada por paneles rojos enmarcados por una banda blanca con un rodapié inferior moteado sobre fondo negro. En la segunda parte, correspondiente a los 2/3 restantes de la estancia, se dispuso el mismo rodapié enmarcado, en este caso, por una banda roja (Martín-Bueno et al. 2005, 344; Uribe 2008, 115-116).
A todos estos conjuntos debemos añadir el que aquí presentamos hallado en la taberna (T.7), procedente sin duda de una habitación superior, y adscrito cronológicamente a un III estilo tardío (35-45 d.C.). Así pues, los restos pictóricos más antiguos de esta domus, conservados en el triclinio y en las estancias situadas sobre las tabernas, nos remiten a esta cronología, que supone la fase más tardía de las Domus 1 y 2. La documentación de pinturas datadas en la segunda mitad del s. I d.C. nos permite comprobar que la Domus 3 tiene una mayor pervivencia en el tiempo.
La taberna (T.7) y su excavación
El pavimento de esta estancia, en su día de tierra apisonada y cal, se encontró prácticamente desaparecido. Bajo él se hallaron unas estructuras celtibéricas de las que ya hemos hablado anteriormente. También se amortizó, selló y rellenó de diversos materiales residuales como adobe, gravas, material cerámico, opus signinum, teselas y pintura. Entre ellos también encontramos algunos asociados directamente con el espacio como cerámica de almacenaje, monedas celtibéricas y fíbulas de bronce. Cuenta con muros fabricados en adobe y en ella se pueden diferenciar dos espacios: uno sería la habitación propiamente dicha y el otro un cajón separado del resto por un muro de piedra. La función del mismo podría ser la de cajón de cimentación del muro de cierre de las tabernas y vivienda.
La excavación de la Insula I comenzó en el verano de 1997, sin embargo, no fue hasta el 2001 cuando se iniciaron los trabajos en la Domus 3, los cuales concluyeron en las dos siguientes campañas. Fue precisamente en el 2002 cuando se abordó la excavación de la taberna (T. 7), labor que se prolongó hasta verano del año siguiente. Como muchas de las habitaciones de esta Insula, había sido rellenada con material constructivo –en principio de los pisos superiores– y de escombro, para reaprovechar la estructura transformándola en una plataforma. Así las cosas, la secuencia estratigráfica reveló cuatro niveles: el nivel 1 correspondía a una caída de escombro y pintura perteneciente al conjunto que aquí presentamos; el nivel 2 contaba también con caída de pinturas mezcladas con fragmentos de techo; el nivel 3 estaba compuesto de cenizas mezcladas con piedras de derrumbe de un murete; el nivel 4 era el de abandono, formado por un suelo de tierra batida en el que se halló un semis de Augusto acuñado en Calagurris y sobre el cual había una capa de gravas; el nivel 5 era la roca madre; el Nivel 6 estaba compuesto de gravas amarillas; y el nivel 7 contenía la preparación sobre la roca.
La excavación resultó compleja por varios motivos: por un lado, se trataba de un relleno con la consiguiente dificultad a la hora de identificar las distintas unidades estratigráficas; por otro, el material del mismo era en su mayoría pintura mural perteneciente a más de un conjunto además y, por tanto, había que adoptar medidas especiales para extraer los fragmentos. Otros restos estructurales de la taberna, como su pavimento, estaban muy alterados, motivo por el cual se decidió realizar sondeos gracias a los cuales se tuvo conocimiento de la existencia de estructuras celtibéricas.
Afortunadamente, se llevó a cabo un estudio pormenorizado de la situación y se pudieron resolver varias cuestiones, entre ellas, el proceso de relleno de la habitación, el cual se concluyó que había tenido lugar desde la parte superior de la zona norte, donde, a través de la puerta, que a diferencia de otras estancias no apareció tapiada, se deslizaron los materiales. Siguiendo la metodología propuesta por la escuela francesa (Barbet 1996, passim), se procedió a la recogida de los fragmentos. Tras apuntar el lugar exacto del hallazgo y verificar que se trataba de un relleno, se cuadriculó el espacio, se levantaron planos, y se procedió a la limpieza y enumeración de los fragmentos, así como a la elaboración de dibujos, calcos y fotografías.
Ya desde un principio se distinguieron tres conjuntos diferentes. El primero –conjunto B–, localizado en la zona conocida como “superior c”, presentaba fragmentos en verde y rojo con filetes que poseían nudos en la diagonal. El número de fragmentos no era muy grande y su estado de conservación bastante deficiente. En la “superior b” se localizaron otros dos conjuntos: el primero, el que aquí presentamos –conjunto A–, se entendió como perteneciente al III estilo por su decoración de candelabros; el segundo se caracterizaba por presentar fragmentos blancos con filetes rojos y verdes con puntos en la diagonal. De igual modo, en toda la zona aparecieron fragmentos de techo en blanco con improntas de cañas.
Como conclusión, hemos de señalar que la pretensión de este capítulo ha sido acercar al lector a la realidad arqueológica de la Insula I, representante fundamental de la arquitectura doméstica del yacimiento y, dentro de ella, de la Domus 3, lugar de hallazgo del conjunto pictórico que aquí estudiamos. Asimismo, nos gustaría resaltar, como factor a tener en cuenta, que nos situamos en un sector de la ciudad privilegiado, algo que hemos podido comprobar a partir de la situación general de la Insula, y también por sus propias características.
Notes
- Se emplearon materiales del entorno natural y entre ellos destaca la cuarcita y el yeso bandeado, ambos habituales en las construcciones bilbilitanas (Uribe 2004, 194)
- Martín-Bueno & Sáenz 2001-2002, 131-140; Beltrán 2003, 22-23; Uribe 2004, 102-107; Uribe 2009, 77-78; 2015, 210-215; García-Entero 2005; Martín-Bueno et al. 2007, 205-223; Guiral & Íñiguez 2011-2012, 288-289.
- El principal, se efectuaba mediante una escalera que arrancaba directamente de la calle desembocando en las fauces, pasillo donde encontramos el segundo acceso que daría a la calle situada entre la Insula I y las termas. El tercero se situaría en la calle que se encuentra en la terraza superiora a la que se llegaría por una escalera que se iniciaba en el patio porticado.
- Algunos de los fragmentos decorativos exhumados en las tabernas posiblemente fueron arrancados de H. 7 y arrojados al nivel inferior, quizás por los individuos que habitaron entre las ruinas de Bilbilis cuando esta ya había sido abandonada; una acción que sin duda tuvo como fin buscar y aprovechar el material constructivo de la casa. Concretamente, pensamos que a esta estancia correspondería un magnífico conjunto de II estilo con presencia de velaria en el zócalo realizado por el mismo taller, de gran pericia técnica, que decoró el tablino de la casa del Larario (Guiral et al., 2018b), dos cornisas con listel saliente –una característica de las molduras republicanas en el valle del Ebro– y los fragmentos de seis columnas de fuste poligonal elaboradas en estuco (Guiral et al. 2020).
- Lo más destacado de la nueva habitación del balneum son sus muros totalmente de adobe, la bañera oval de ladrillo y adobe revestido de mortero con una gran masa de hierro destinada a ser calentada, y la latrina de la que solo se ha conservado una perforación. Este hecho afectaría sobre todo al tablinum, que vería reducidas sus dimensiones. El espacio situado en la esquina superior derecha (en color naranja en el plano) fue una habitación creada tras la reforma y su finalidad era albergar la boca del propnigeum.
- También se elevó el suelo para colocar el hypocaustum (Uribe 2015, 213).
- Martín-Bueno & Sáenz 2001-2002, 140-144; Beltrán 2003, 21; Uribe 2004, 108-112; 2015, 216-221; Martín-Bueno et al. 2007, 235-271; Sáenz et al. 2010; Guiral & Íñiguez, 2011-2012, 289-291.
- Una discusión sobre la datación exacta de este conjunto puede consultarse en Guiral & Íñiguez 2011-2012, 291 y en Guiral et al. 2022.
- En el momento de la excavación, tanto este espacio como el vecino (H.1) aparecieron compartimentados por muros tardíos (Martín-Bueno y Sáenz 2001-2002, 144-145; Martín-Bueno et al. 2007, 249-254).
- Este motivo decorativo se repite en la pintura romana a lo largo del s. I d.C., un estudio sobre el mismo en Fernández Díaz 2008, 158-163.