Introducción
La comarca del Marquesado del Zenete, en la provincia de Granada, fue uno de los centros productores de hierro más importantes de la península ibérica a lo largo del siglo XX, cuyo principal referente han sido las minas de Alquife.
Hasta el momento son pocos los trabajos en arqueominería y arqueometalurgia que se centran en etapas preindustriales de esta región. En este sentido es significativo que en el catálogo de minas y fundiciones antiguas de la península ibérica de C. Domergue, no se menciona a ninguna mina. Las primeras informaciones se las debemos a los geólogos e ingenieros de minas de finales del s. XIX y el s. XX1 que exploraron y evaluaron las minas del marquesado con el objetivo de reiniciar su explotación.
Las pocas investigaciones arqueológicas desarrolladas son de mediados de los años 1980. Destacan en primer lugar las investigaciones realizadas por M. Bertrand y J.R. Sánchez2 y J. M. Martin Civantos3 que, aunque centrados en el periodo medieval, incluyen un apartado de antecedentes en el que analizan las evidencias existentes de época ibero romana. En segundo lugar, se encuentran los estudios de los poblados minero metalúrgicos fortificados ibero-romanos y las labores mineras del entorno como, por ejemplo, el Peñón de Alrután y el Cardal4.
Dichos estudios muestran diferentes intensidades de explotación en ambos periodos. En época ibero romana, sin embargo, esta región no pasaría de ser un pequeño foco minero, que se explotaría intensamente en los momentos finales de la etapa íbera y los comienzos de la ocupación romana hasta el s. I a.C. Quizá esto, junto a la escasez de evidencias arqueológicas, hayan sido dos de los factores por lo que no ha recibido la misma atención por parte de la investigación arqueológica como sí ha sucedido con los grandes sectores mineros de Sierra Morena o Cartagena-Mazarrón5.
Por el contrario, durante la etapa altomedieval y medieval, la producción de metal (sobre todo hierro) de esta comarca alcanzaría cierta importancia a nivel peninsular, sobre todo a partir del s. XI hasta la conquista cristiana, dejando numerosos topónimos derivados de estas actividades que se han conservado hasta la actualidad, como los de los municipios de Lanteira o Ferreira6.
Por tanto, ante este horizonte, entre 2014-2017 desarrollamos un proyecto de investigación de excelencia de la Junta de Andalucía dirigido por F. Contreras cuyo objetivo principal fue realizar un análisis de la actividad minera y metalúrgica en las comarcas orientales granadinas desde la Prehistoria hasta la Edad Moderna (2014-2017). En el marco de este proyecto, además de otras actividades, se han realizado las prospecciones arqueomineras de la comarca del Marquesado del Zenete y de la Sierra de Baza con la intención de paliar el vacío existente. Concretamente, en este trabajo se presenta un análisis de los nuevos restos arqueomineros identificados durante los trabajos de campo desarrollados en los términos municipales de Jerez del Marquesado y Lanteira que, junto a los documentados por otros investigadores en otros términos de esta región, permiten plantear hipótesis acerca de las formas de administración y organización social y espacial de esta comarca durante el periodo ibero-romano.
El territorio minero del Zenete
La comarca del Marquesado del Zenete se encuentra en la cara norte de Sierra Nevada en la provincia de Granada (fig. 1). Su paisaje actual es un testigo vivo de la transformación del entorno por parte de los grupos humanos y del aprovechamiento de sus recursos naturales. Geológicamente, se encuentra enclavada en el complejo Nevado-Filábride, cuya secuencia litoestratigráfica (de abajo a arriba) está formada por: una serie metapelítica paleozoica que se compone por micasquistos grafitosos y cuarcitas; una serie metapelítica y areniscosa permotriásica constituida por micasquistos plateados, cuarcitas, gneises y anfibolitas; por último, la cobertera triásica que está compuesta por rocas carbonatadas, fundamentalmente mármoles7. Se distinguen dos tipos de mineralizaciones muy diferentes entre sí, una filoniana y otra estratiforme.
Las mineralizaciones filonianas abundan en la serie paleozoica del Complejo Nevado-Filábride. La mineralización contiene, en orden de abundancia decreciente, siderita, pirita, calcopirita, arsenopirita y cuarzo, y como accesorios, tetraedrita, barita, bornita y blenda8. La proporción de una u otra mineralización y de sus productos de alteración fue la que condicionó, en su momento, su explotación como minas de hierro, cobre, plata, etc.9 Su traza en el terreno se intuye a través de las pequeñas labores mineras casi mimetizadas con el paisaje y los crestones de cuarzo, siempre inferiores a un metro.
En las mineralizaciones estratoligadas de los mármoles permotriásicos o triásicos se encuentran los yacimientos de hierro más importantes de las Béticas10. Este tipo de mineralización aparece en las imponentes minas de esta comarca, entre los términos de la Calahorra y Alquife, de las que se benefició fundamentalmente hierro, pero también cobre y plata.
Por tanto, la existencia de dos tipos de mineralizaciones en la misma zona ha condicionado las técnicas de extracción empleadas en su explotación en cada periodo. Así, por un lado encontramos labores mineras en forma de trincheras, pozos y galerías que explotan los yacimientos filonianos. Este tipo de sistema de explotación se observa básicamente en los términos de Lanteira y Jerez del Marquesado. Por su parte, las mineralizaciones estratoligadas fueron beneficiadas a través de grandes y pequeñas cortas junto a pequeñas galerías y trincheras que conducen a los grandes anchurones producto del vaciado de grandes masas fuertemente mineralizadas. Este sistema se documenta fundamentalmente en los términos de Alquife y La Calahorra11.
Las labores mineras del Zenete
Los trabajos de campo de prospección llevados a cabo en los términos de Jerez del Marquesado y Lanteira han permitido identificar 150 indicios mineros12 (IM) y unos 60 yacimientos arqueológicos de diversas cronologías (fig. 1). Todos los restos identificados son producto de la explotación de mineralizaciones filonianas. En la mayoría de los casos se tratan de evidencias mineras inéditas en la literatura especializada, a excepción de algunas de las labores mineras situadas en las cercanías del yacimiento del Peñón de Alrután y la mina industrial de Santa Constanza en Jerez13. A estos hay que sumar la gran cantidad de IM que han identificado y analizado otros investigadores en otros municipios de esta comarca como Alquífe, La Calahorra, Aldeire y Ferreira y que en su mayoría explotaron las mineralizaciones estratoligadas14.
Uno de los problemas a la hora de estudiar las explotaciones mineras es poder determinar e identificar su cronología y las diferentes fases de explotación. La morfología actual de la mayoría de las labores es producto de trabajos de explotación en época contemporánea, si bien esto no impide que el laboreo de esas minas se produjera en épocas precedentes. En el caso concreto de esta comarca, en muy pocos casos ha sido posible determinar que fueran producto de una explotación en época ibero romana. Para ello se ha tenido en cuenta varios indicadores arqueológicos: la propia tipología de los trabajos mineros, la existencia de huellas características (huellas de fuego, lucernarios, etc.), la propia estratigrafía, el grado de integración de las labores y de las escombreras en el paisaje, su relación contextual con los yacimientos de época ibero romana y, sobre todo, el hallazgo de cultura material en las escombreras y el interior de las minas.
La mayoría de los vestigios mineros documentados con indicios de explotación antigua en estos dos municipios se concentran fundamentalmente en dos áreas, mina de Santa Constanza-paraje de La Lorita (Jerez del Marquesado) y Cerro de las Minas (Lanteira). Ello nos lleva a inferir y plantear que los mineros ibero romanos se centraron básicamente en la explotación de las mineralizaciones filonianas. Tal vez esto se pueda explicar porque en este tipo de yacimientos predomina la siderita junto a sulfuros y sulfosales con hierro, cobre, plata y plomo; mientras que en las mineralizaciones estratoligadas prevalecen los minerales de hierro. En este sentido debemos tener en cuenta el contexto histórico en el que se explotarían estas minas, entre el siglo III a.C. y I a.C., momento en el que se producen las Guerra Púnicas y el proceso de conquista e inicio de explotación de la Península por parte de Roma. En estos momentos, el metal más codiciado y buscado fue la plata, seguido del cobre, el hierro y el plomo ya que las dos potencias mediterráneas necesitaron importantes cantidades de plata para financiar la contienda bélica. Por tanto, este metal jugaría un papel estratégico.
Alrután, La Lorita y Santa Constanza
En este paraje, al norte de Jerez del Marquesado han existido numerosas concesiones mineras que surgieron en el siglo. XIX. La concesión más importante de todas fue la Jerezana que aunó a mediados-fínales del s. XIX casi todas las concesiones de este lugar. Esta concesión aunaba un nutrido número de filones con diversas direcciones pero con similares características. Presentan mineralización de hierro con trazas de carbonatos de cobre en los niveles superficiales, seguida hacia abajo de cobre gris y a partir de cierta profundidad aparecen las calcopiritas y las piritas15. Por su parte, los dos filones más orientales, compuestos cada uno por dos vetas paralelas, presentan una mineralización diferente donde prevalece el cobre gris, como en Lanteira16.
El ingeniero Jefe en su informe de 1929 ya nos indica la existencia de trabajos antiguos sobre los filones mencionados, muchos de los cuales no se pueden reconocer en la actualidad, como la existencia de pozos y la aparición de monedas y herramientas de la época de Constantino, recogidas también en el informe de la Sociedad Minera de Jerez y Lanteira17
En los trabajos de campo se han documentado 85 IM de diferente tipología y de diversa cronología (fig. 2). Es difícil discernir si se tratan de labores antiguas o de época contemporánea. Normalmente, los más recientes suelen ser de sección rectangular y presentan unas dimensiones considerables. En muchas ocasiones la boca del pozo está rodeada por un muro de mampostería para evitar su colmatación. Por tanto, estaríamos ante un sistema de explotación mediante pozos maestros y galerías, de las que apenas tenemos constancia.
En este trabajo, no vamos a realizar una descripción de todos los IM18. Pero si nos vamos a detener a analizar por un lado unas trincheras inéditas en la bibliografía y por otro, en un tipo de pozos documentados por anteriores investigadores y durante los trabajos de campo. Concretamente, estos pozos no presentan muro de mampostería en su boca y la sección es más pequeña que los de época contemporánea y además se puede observar en alguno de ellos marcas de pico. Son de sección cuadrangular/rectangular de escasamente un metro de lado, algunos de ellos con los ángulos redondeados y en uno de sus lados presentan un canal rectangular de unos 40 cm de lado por 20-25 cm de profundidad, como por ejemplo, los pozos IM-50, 69, 77 y 113 (fig. 3, A). Algunos investigadores han planteado que la hendidura se realizaría para la colocación de la escala que permitía el descenso a la mina19.
En el caso del IM77 se identificaron dos pozos y dos trincheras con sus escombreras totalmente mimetizadas en la superficie. El primer pozo es de la misma tipología que los mencionados anteriormente. El segundo es también de sección cuadrada con las esquinas redondeadas. En los lados
este y oeste presenta pequeñas oquedades separadas cada 30-40 cm para la sujeción posiblemente de alguna estructura de madera que pudo tener diferentes funciones como separar en dos partes el pozo, reforzar las paredes y funcionar como escalera de acceso a la mina (fig. 3, B). Este tipo de entalles se han documentado en pozos romanos de Sierra Morena, como en las minas de El Francés (Almodóvar) o Quinto del Huerto (Belalcázar), los cuales se han interpretado como para bajar y subir al interior de las labores20. El tercer pozo es de sección cuadrada de 1,5 m de lado y una profundidad de más de 20 m. A escasos dos metros en la pared norte surge una pequeña galería en dirección NE. Por su parte, las trincheras son de pequeñas dimensiones que no superan los 5 m de longitud por 3 m de anchura máxima. Todas las labores estaban relacionadas explotando el mismo filón. En las escombreras se ha podido identificar mineralización de hierro y cobre, varios fragmentos de cerámica indeterminada que es muy difícil asignarle una cronología, y un fragmento de sílex.
Por tanto, es difícil adscribir a un periodo estas labores, pero por la tipología, la sección de los pozos, las huellas en sus paredes y la cercanía del yacimiento ibero romano de Peñón de Alrután, nos lleva a plantear que se traten de labores mineras antiguas (ibero romanas), probablemente explotadas posteriormente (épocas medieval y contemporánea). Comparativamente estos pozos son iguales a algunos que se han documentado en el Campo de Marte (Lanteira) y en el Cerro del Cardal (Ferreira, en ambos casos, asociados también a yacimientos ibero-romanos). Asimismo, en las regiones mineras de Sierra Morena y el Sureste encontramos paralelos en las tipologías de los pozos estudiados por C. Domergue y J.A. Antolinos21.
En la Loma de Jubaya y ladera sur del Cerro de Cogollos se han identificado 6 trincheras muy colmatadas e integradas en el paisaje que están excavadas siguiendo en toda su longitud los filones de Buen Hijo y Suzón. En las paredes de algunas de ellas se puede observar aún la mineralización de hierro. Pero lo más interesante de todo es que junto a la trinchera situada más al sur (IM-49), se ha documentado una concentración de cerámica medieval (califal) que nos puede estar hablando de la existencia de un pequeño asentamiento posiblemente asociado a la explotación minera. Cerámica de la misma tipología se ha identificado en las escombreras de las trincheras más cercanas a este posible yacimiento. Por tanto, podríamos estar ante una evidencia clara de la explotación de estos filones en época medieval.
Las otras labores que queremos destacar están fuera de la concesión La Jerezana y se encuentran en la margen izquierda de un barranco que sube desde el Cortijo de las Hortanzas hacia el Alto de la Carrascosa, en el paraje de La Lorita, a unos 800 m al SW del yacimiento de Peñón de Alrután. En este lugar, catalogado como el IM 106, documentamos una serie de labores, calicatas, trincheras y galería inclinadas, que explotan un filón, de las mismas características que los de la concesión La Jerezana, a lo largo de más de 300 m. En las escombreras se han identificado, además de minerales de hierro y cobre, varios fragmentos de cerámica común posiblemente romana. Este tipo de labores recuerda a otras que se documentan en Sierra Morena, como en El Centenillo22. Dicho filón fue también objeto de laboreo en época contemporánea con la excavación de una galería y un pozo al otro lado del barranco (IM-107 y 108).
Por último, toda la ladera sur del paraje de La Lorita-Alrután está salpicada de diversas labores mineras (pozos colmatados, calicatas, etc.), como se puede apreciar en la figura 2, que explotarían pequeños filones que están constituidos por hematites y siderita con abundantes carbonatos de cobre. Destacamos un pozo de sección circular de escasamente 1 m de diámetro y unos 10 m de profundidad en cuyas paredes también se observan entalles cada 40 cm aproximadamente, al igual que en los pozos mencionados anteriormente, los cuales pudieron tener la misma función. No se trata de un pozo de aireación o iluminación ya que en su escombrera identificamos mineralización de hierro y cobre. Por tanto, no podemos descartar que se trate de una labor antigua.
Lanteira, Cerro de las Minas
Los filones de Lanteira son de similares características a los de Jerez del Marquesado. Se encuentran encajados en los micasquistos nevado-filabrides y presentan un relleno complejo de cobre gris muy argentífero, calcopirita, pirita, arsenopirita, siderita, galena y sus productos de oxidación. El filón más laboreado e importante es el denominado Santa Cecilia, situado en el Cerro de las Minas, que presenta una dirección N 20º E y un buzamiento de 80º NO. Éste tiene varias vetas paralelas que en algún punto alcanzan los 3 m de potencia máxima. Las minas más importantes de este municipio se sitúan en este cerro23. Fuera de este paraje hay otras minas que explotan filones de similares características24. En consecuencia, la mayoría de los IM identificados en Lanteira se encuentran en el Cerro de las Mina y su entorno.
Durante los trabajos de campo se han documentado 54 IM, el 90 % en el Cerro de las Minas y alrededores (fig. 4). La mayoría de las labores identificadas son evidencias del periodo de máxima explotación de estos filones entre los años 1866 y 1871, pero el laboreo se mantuvo hasta su cierre en 1900. Posteriormente, D. José López Romero, el tío Seguro, realizó trabajos de limpieza en las labores existentes con el objetivo de reactivar la explotación, lo cual no llegó a conseguir. Por tanto, es muy probable que algunas de estas labores de época contemporánea sean consecuencia de la continuación de trabajo mineros antiguos, produciéndose una reutilización de los trabajos de etapas precedentes. Este podría ser el caso, como ya señalaba J.M. Martín Civantos25 del pozo Aurora (IM-30, nº 27) con una profundidad de más de 90 m que presenta una sección cuadrada con las esquinas redondeadas y en el lateral tiene un canal tallado en la roca del mismo tipo que los documentados en Jerez. El IM-15 presenta la misma sección con tres oquedades cuadradas en uno de sus laterales.
De nuevo, no vamos a presentar aquí una descripción de todos los IM26. Preferimos destacar un indicio minero, como el mejor testimonio fosilizado de la explotación de época ibero romana y que creemos no ha sido enmascarado por la intensa explotación industrial. Se trata de la rafa IM-20, situada en la ladera NE del Cerro de la Mina. Aunque está muy alterada, tiene más de 40 metros de largo por 3,5 de anchura máxima y en algunos puntos se conserva una profundidad máxima de más de 2 m. En la pared Oeste, al inicio de la misma por el lado Norte, se observan los restos de la montera del filón con mineralización de hierro y es en este punto donde el filón presentaría mayor potencia con casi 3 m (fig. 3, C). De su escombrera asociada, que se extiende por la ladera oeste del
Cerro de la Mina, se han recuperado 18 fragmentos de cerámica, de los que 10 son de cerámica de almacenaje y transporte. Se documentaron tres bordes de ánforas Dressel 1A y otro más de un ánfora greco-itálica. El resto son fragmentos de cerámica común romana y un fragmento de cerámica medieval27. En esta zona, J.M. Martín Civantos28, también indica la presencia de cerámica romana tardía en las escombreras de este indicio minero y de los ubicados en su cercanía. Son, por tanto, indicadores irrefutables de que este filón, en esta zona del cerro, fue explotado a través de una labor a cielo abierto y que seguramente continuaría en profundidad por medio de pozos y galerías, en época romana republicana/ibérico final y en época tardoantigua. Dicha cronología está en consonancia con los materiales recuperados en el yacimiento fortificado de Barraco Fuente del Castaño (S21), situado junto a las labores, y en la fundición tardoantigua y alto medieval del Chimeneón, situada debajo de la Casa Forestal.
Poblamiento ibero romano del Zenete
La explotación más intensiva de los filones del Zenete en época antigua se produce, al igual que las minas de Sierra Morena, durante la etapa romana republicana, si bien, como indican los restos arqueológicos de El Cardal29 y La Calera, habría que remontar esta cronología al siglo III a.C. A diferencia de lo que ocurre en las grandes regiones mineras de Sierra Morena y Cartagena, en esta zona no se observa un poblamiento basado en asentamientos mineros, fundiciones, poblados fortificados, si no que únicamente se constatan poblados mineros y metalúrgicos fortificados, como por ejemplo los ya citados de Peñón de Alrután, Fuente del Castaño o El Cardal.
El poblamiento de la vertiente norte de Sierra Nevada durante el ibérico final o etapa romana republicana, como se puede ver en el mapa 1, está íntimamente relacionado con la actividad minera y metalúrgica desarrollada en esta área. Se restringe, como hemos señalado, a estos yacimientos mineros metalúrgicos fortificados que se localizan en cada uno de los grandes campos filonianos explotados en este periodo, perviviendo, prácticamente, hasta el cambio de era. Éstos se enmarcarían dentro del territorio del oppidum ibérico de Guadix30. Por el momento, no se han documentado asentamientos en el llano relacionados con la explotación agropecuaria del ibérico final y de época republicana. Todos los que se han documentado son de época alto imperial y estarían dentro de la categoría de villas o asentamientos rurales, dependientes de la ciudad Acci. La fundación de la Colonia Iulia Gemella Acci se produciría en época de Cesar-Augusto31, momento en el que prácticamente todos estos yacimientos cesan su actividad y son abandonados. El nuevo estatus debió suponer la parcelación de su territorio y la consiguiente asignación de tierras a los nuevos colonos, que se tradujo en la creación de nuevos yacimientos. Todo conllevó a un cambio en el modelo económico y territorial de esta zona en el que estas minas no tuvieron el papel principal, pero si la minería del oro y cobre en la Sierra de Baza.
Los poblados mineros y metalúrgicos fortificados del Zenete presentan una serie de características comunes, similares a los yacimientos de este tipo localizados en Sierra Morena oriental32. Se asientan en cerros de gran control del territorio y de las minas del entorno. Se ubican cada uno en un gran campo filoniano o mineralizaciones de la comarca (fig. 1). Presentan estructuras defensivas con materiales de la zona. En el interior o en las cercanías, hay restos de escorias de sangrado y paredes de hornos producto de la realización de actividad metalúrgica. En dos casos existe además un control del agua con la existencia de cisternas dentro de la zona fortificada. En tres de los yacimientos, El Cardal, Peñón del Alrután y La Calera, se han identificado en las cercanías los restos de santuarios ibéricos33. Por último, su cronología se extiende desde el s. III a.C. a mediados/finales del s. I a.C. aunque el material de superficie no permita retrotraer la cronología de algunos sitios más allá del s. II a.C. Dicha cronología no es definitiva teniendo en cuenta que ha sido fijada por los materiales de las prospecciones arqueológicas ya que no se ha realizado aún ninguna excavación en este tipo de yacimientos. Además, la mayoría de estos yacimientos no son unifásicos ya que mucho tienen ocupación previa durante la Prehistoria reciente, pero sobre todo, posterior, durante las épocas tardoantigua y altomedieval.
Los yacimientos de esta comarca que se han caracterizado con esta tipología son los siguientes, de Oeste a Este: Peñón del Alrután (Jerez del Marquesado), Barranco Fuente del Castaño (Lanteira), posiblemente el Castillo de Alquífe (Alquífe) y El Castillo (La Calahorra), El Cardal (Ferreira) y La Calera (Dólar). La mayoría de ellos han sido objeto de estudio en diversos trabajos, sobre todo, los más conocidos, como son Peñón de Alrután y El Cardal34. Por ello, en estas páginas sólo analizaremos de manera resumida los dos que se encuentran en los municipios de Jerez y Lanteira, Peñón de Alrután y Barranco del Castaño respectivamente.
Peñón de Alrután
Está ubicado en un espolón rocoso en la cuerda que separa la población de Jerez del Marquesado y Cogollos de Guadix, conocida como la Loma de Lori o Lorita (fig. 2). Se trata de un yacimiento multifásico, asociado a la explotación de los recursos mineros, en el que se han documentado seis fases de ocupación desde la Edad del Cobre hasta época medieval (s. X)35. Este yacimiento, construido a partir del s. II a.C. sobre los niveles ibéricos, tendría como función principal el control, explotación y transformación de los minerales de hierro y cobre de las minas de este paraje de La Lorita/Santa Constanza. Está rodeado de una muralla que se adapta a la orografía del cerro que mide unos 274 m de longitud y una altura que oscila entre 1,05-1,15 m. Presenta cuatro torres huecas de unos 5,5 por 7,5 m de lado y dos de ellas, flanquean la única entrada al recinto amurallado en la parte noroeste. Está construida con mampostería de laja de pizarra y micaesquistos, casi sin mortero de agarre, presentando refuerzos en los ángulos con bloques de un metro por 35 cm de espesor (fig. 5)36.
En su interior se observan diversas estructuras que delimitarían espacios con diferentes funcionalidades. Si bien, dentro del recinto destacan la gran cantidad de escorias de sangrado y de horno y paredes de horno vitrificadas, en algunos casos, con las marcas de las toberas. Al exterior del recinto, en la ladera Sur-Sureste, también se puede observar gran cantidad de escorias de sangrado muy fragmentadas. En el extremo Sureste se encuentra una cisterna para el agua de planta casi cuadrada, excavada en la roca que serviría tanto para el consumo humano como para los procesos relacionados con la actividad metalúrgica37.
Barranco Fuente del Castaño (Campo de Marte)
Se ubica en un espolón rocoso en la ladera Este del Cerro de la Mina, junto a las labores mineras del filón Santa Cecilia, en el Barranco Fuente del Castaño. Este yacimiento fue documentado por primera vez durante la prospección arqueológica realizada por M. Bertrand y J. Sánchez, donde se encontró un lingote cuyo análisis no ha sido publicado de momento38. Responde a la misma naturaleza que el Cardal o Alrután, siendo un yacimiento amurallado que aprovecha los espolones que afloran de la roca para la construcción de la muralla. El trazado sur del recinto es el que mejor se conserva con un muro de 29,6 m de longitud y un grosor que oscila entre 1-1,2 m, realizado en mampostería de lajas de pizarra y micaesquistos. En el extremo norte tan solo se aprecia en superficie un pequeño tramo del muro, con una anchura algo mayor, 1,34 m39. Se intuye así una planta rectangular adaptada a la orografía del cerro, con una posible puerta de acceso al recinto que parece localizarse en el flanco sur, con un vano y una posible rampa tallada en la ladera sur de acceso al recinto desde el Barranco de Fuente del Castaño.
En su interior se documentan diversas estructuras que corresponderían a diferentes estancias. Como en el Peñón de Alrután, se observa gran cantidad de escoria de sangrado, alguna de ellas con óxidos de cobre, y paredes de hornos de fundición con restos de escorificaciones. Por tanto, existen evidencias de que la transformación del mineral extraído en las labores adyacentes se llevaría a cabo en este complejo durante la etapa romana republicana.
Durante los trabajos de prospección se recogieron 39 fragmentos cerámicos de este yacimiento de época romana, medieval y moderna. Dentro del grupo de cerámica de época romana destaca la cerámica de cocina y común respecto a la cerámica de transporte/almacenaje (Dressel 1A) que prevalecía en la cercana escombrera del IM-20. Dicho material nos permite asignar una cronología a este yacimiento y distinguir tres fases de ocupación. La primera está comprendida por las fases final del mundo Ibérico y finales de la república romana (s. II a.C.-mediados-finales del s. I a.C.), documentada a través de imitaciones romanas de elementos indígenas, cerámica común romana característica del periodo republicano y fragmentos de ánforas, destacando un borde de Dressel 1A. Esta cronología está en consonancia con la proporcionada por el material hallado en la mencionada escombrera. La segunda fase en época medieval y la tercera en época moderna, si bien los fragmentos de cerámica común y de transporte y almacenamiento no nos permiten dar una cronología limitada40. En este sentido, hay que señalar que en las labores mineras y en la cercana fundición del Chimeneón se han documentado restos de cerámica de época tardoantigua y altomedieval que evidencian la explotación de los recursos mineros y su transformación, pero ahora en otro lugar diferente al de época romana republicana41.
Conclusiones, a modo de interpretación
Las evidencias arriba mencionadas indican que los filones mineralizados de la comarca del Zenete fueron explotados en época antigua con la creación de un tipo de poblados minero-metalúrgicos.
Es probable que la explotación de estos filones se iniciara durante la Prehistoria reciente, ya que contamos por un lado con mineralizaciones de cobre y con una ocupación humana significativa de esta comarca durante la Edad del Cobre y, sobre todo, la Edad del Bronce. Destacan por ejemplo los restos de cerámica de la Edad del Cobre en el en el yacimiento de Peñón de Alrután42, el yacimiento argárico de Juan Canal (La Calahorra)43 o la aparición de una cista argárica en el paraje de la Lorita y otra en El Cardal44. Todos estos yacimientos serían susceptibles de estar asociados a la actividad extractiva del cobre por la proximidad a las minas filonianas. En cualquier caso sería una explotación a pequeña escala donde se explotaría las partes superficiales de los filones, más oxidadas, con mineralización de cobre, mediante pequeñas trincheras, calicatas, etc. Si bien, por el momento, no ha sido posible adscribir ninguno de los IM a estos periodos. En este sentido, debemos tener en cuenta que muchas de las labores prehistóricas serían destruidas por los trabajos posteriores. Los análisis de isótopos de plomo que se están realizando a las muestras de estas minas nos podrán confirmar de manera indirecta en un futuro si estas minas fueron explotadas durante la prehistoria.
Sin embargo, sabemos con mayor seguridad que estas minas se explotaron con cierta intensidad y planificación a partir del s. III a.C. hasta mediados/finales del s. I a.C., como indica el material recuperado en algunas labores y el abandono de los poblados fortificados. Este final o cese parece estar relacionado con varios hechos: por un lado con la finalización de la Guerra Civil entre pompeyanos y cesarianos y la fundación de la colonia Acci que supuso una reordenación del territorio con la ocupación de forma intensiva de las zonas llanas de esta comarca, lo cual conllevaría un nuevo modelo económico en el que la actividad minera dejo de tener interés. Y, por otro lado, el Estado romano a partir del cambio de era pusiera sus esfuerzos en explotar otras regiones más rentables, como Sierra Morena, Suroeste, etc., y en este sentido se le diera prioridad a las minas de la cercana Sierra de Baza, dejando de lado este pequeño centro minero. Por tanto, no sabemos si estas minas siguieron explotándose a partir del s. I. y con qué intensidad ya que no contamos con material arqueológico que lo confirme. Sí está claro que tanto los poblados como estas minas van a ser ocupados y explotadas nuevamente a partir del s. V hasta prácticamente el s. X45.
Comenzaría por tanto a partir del ibérico final y época romana la explotación de estos filones, aunque hasta que no se lleve a cabo la excavación de estos yacimientos mineros y el análisis cuantitativo y cualitativo de los restos metalúrgicos, no sabemos el peso de la metalurgia de la plata, cobre e hierro. Su explotación, en estos momentos, se realizaría siguiendo las técnicas de extracción empleadas en los periodos precedentes, con trabajos al aire libre, trincheras y calicatas como el IM-20. Pero también empezarían a emplearse sistema de explotación subterránea con pozos y galerías que seguirían los filones. Con este método se podría relacionar el tipo de pozos documentados durante los trabajos de campo.
Como hemos señalado, la puesta en marcha de la explotación de estas minas y la transformación del mineral desde el s III a.C., como se ha comprobado en El Cardal, pero sobre todo, en los ss. II y I a.C. supuso la ocupación del territorio basada en la fundación de yacimientos minero y metalúrgicos fortificados como Peñón de Alrután y Barranco Fuente del Castaño (Campo de Marte). Éstos, además de ser lugares de residencia y productivos, jugaron un papel fundamental en la estructuración del territorio y administración de las minas. Por la tipología de las construcciones, su dispersión y ubicación en los grupos filonianos, al menos uno de ellos por cada grupo minero, nos lleva a plantear que estos fueran centros o núcleos administrativos de las minas, en las que pudieron residir los arrendatarios o sociedades, o sus libertos-esclavos delegados. E incluso, como hemos señalado, no descartamos la presencia de algún elemento militar. Evidentemente, estos yacimientos dependerían del oppidum de Guadix, posteriormente, colonia. Este control de las minas y del territorio respondería a la necesidad de vigilar una zona donde se obtenía un bien estratégico para el Estado, el cobre, hierro y la plata, y en la que pudieron afectar las diversas revueltas que se produjeron a finales del s. II y I a.C. En este sentido se pueden relacionar la ocultación de dos tesorillos de denarios en la comarca, el de Cogollos de Guadix y el de Guadix, fechados entorno al año 100 a.C.46. Aunque en los yacimientos de Peñón de Alrután y Barranco Fuente del Castaño no tenemos material arqueológico que indique que éstos y las minas estuvieran funcionando y explotándose en el s. III a.C., en El Cardal, en la parte oriental de esta comarca, si se ha documentado que la fase de mayor apogeo de ocupación se produce entre los siglos III y II a.C. Estas fechas coinciden con las dos Guerras Púnicas y en la que los púnicos ocupaban las tierras peninsulares para, entre otras cosas, abastecerse de metal, hierro para el armamento y plata para la moneda y pagar las compensaciones a Roma. A. Adroher47 plantea que es muy posible que haya una relación del momento de la conquista bárquida con la reactivación de la minería en esta comarca, desarrollando técnicas extractivas nuevas para los indígenas (el laboreo a través de pozos y galerías). Pero es difícil determinar qué papel jugaron los púnicos en la explotación de estas minas. No podemos decir que las comunidades púnicas explotaron directamente las minas, como tampoco podemos saber si están bajo el control administrativos de Cartago, o si existe un sistema impositivo a las comunidades ibéricas que son las que llevan a cabo todo el proceso productivo. Desgraciadamente, la ausencia de fuentes escritas nos impide saber qué mano de obra se empleó, quién explotó las minas y bajo qué régimen administrativo, etc. Pero, en definitiva, no cabe duda del interés de los cartagineses por hacerse con los metales de esta comarca como con los de Sierra Morena y Cartagena.
Sin embargo, durante la etapa romana republicana si tenemos mucho más información al respecto. Sabemos que estas explotaciones mineras, tras la conquista pasarían a formar parte del ager publicus al ser un territorio conquistado (provincia Ulterior). Seguramente, el gran número de pequeñas labores documentadas en esta comarca, como en otras zonas de la península, estarían en manos de pequeños arrendatarios o sociedades que las explotarían bajo un régimen de aparcería a cambio del pago de un impuesto –vectigal– al Estado48. Con estos arrendatarios se podría relacionar por un lado el lingote hallado en el Campo de Marte, el cual no ha sido publicado ni sabemos más referencias. Y por otro, el lingote de plomo aparecido en Canjáyar (vertiente sur de Sierra Nevada) con las siglas L. S. REX49.
Por último, no sabemos hasta qué punto pudo continuar la explotación de estas minas a partir de finales del s. I. a.C. Por el momento, no tenemos datos arqueológicos que nos indiquen que se continua con la explotación de estas minas, la cual si se va a retomar a partir del s. V con la reocupación de algunos de los poblados iberos romanos hasta incluso en algunos casos el s. X (Martín Civantos, 2008). En otros casos, se funda un nuevo yacimiento metalúrgico en el entorno como es el caso del Chimeneón.
Agradecimientos
Este trabajo se enmarca dentro del Proyecto I+D+i “Explotación y comercio del metal del sureste de la península ibérica en la antigüedad”, PGC2018-098665-A-100, dirigido por L. Arboledas; y del Proyecto I+D+I – Programa Operativo FEDER Andalucía 2014-2020 “Producción y Comercialización de los Metales del Sureste de la península ibérica en la Antigüedad” (A-HUM-392-UGR18), dirigido por L. Arboledas y F. Contreras.
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Notas
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- Martin Civantos 2007; 2008.
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- Bertrand y Sánchez 1995; 2008; Bertrand et al. 1996; Martin Civantos 2007; 2008.
- Ruiz Montes 1991, 187; Martín 2007, 216-218.
- Molina y Ruiz 1993, 27-28; Martín 2007, 218-219; 2008, 57.
- Ruiz Montes 1991, 188.
- Ruiz Montes 1991, 188.
- Martín Civantos 2007, 218-219.
- Por indicio minero (IM) entendemos cualquier tipo de labor excavada para la explotación de un yacimiento mineralizado, como por ejemplo, una trinchera, una corta, un socavón, un pozo, una galería, un anchuron, etc. En muchas ocasiones varios indicios mineros explotan un mismo yacimiento. Por ello, en nuestro caso, hemos contabilizado como indicio a cada una de las labores que explotan un yacimiento mineralizado.
- Martín 2007; 2008.
- Bertrand y Sánchez 1995; 2008; Bertrand et al. 1996; Martín 2007; 2008; Adroher et al. 2017.
- Martín 2007, 253-254.
- AA.VV. 1889.
- AA.VV. 1889, 5-6.
- En la monografía de J.Mª. Martín Civantos de 2007 titulada “Poblamiento y territorio medieval en el Zenete (Granada)”, podemos encontrar una descripción de parte de estos indicios entre las páginas 253 y 258.
- Martín 2007, 256.
- Domergue 1990, 419; García 2002, 264.
- Domergue 1990; Antolinos 2019, 267-271.
- Domergue 1987; Arboledas 2010.
- Martín 2007, 264-265.
- IGME 1977.
- Martin 2007, 270.
- Nuevamente, nos remitimos a la tesis de J.M. Martín Civantos (2007, 264-270).
- Ruiz Guerrero 2019.
- 2007, 268-269.
- González et al. 2001; Adroher et al. 2017.
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