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Los pueblos paleohispánicos ante Roma. La transición lingüística y epigráfica de la Hispania republicana

de

Este trabajo se enmarca en los proyectos ARD-West (MSCA-IF, GA: 654731) y EsCo (MiCInn, PID2019-104025GB-I00) y en un contrato Ramón y Cajal (RYC2018-024089-I, FSE / AEI). Agradezco a C. Jordán la atenta lectura del original y sus oportunos comentarios.

Los últimos veinte años han sido testigos de un aumento en la producción bibliográfica sobre los contactos lingüísticos en la Antigüedad. Esta cuestión, que no es nueva en absoluto, pero que gozó de cierto impulso en la década de los 2000, está lejos de agotarse, más bien todo lo contrario1. Muestra de ello es este volumen, que se inscribe en esta temática, centrándose particularmente en el multilingüismo generado por los innumerables movimientos de población que tuvieron lugar en el Mediterráneo antiguo. Nuestra aportación a esta obra se centrará en los contactos lingüísticos que tuvieron lugar en el extremo occidental de la citada región, la península Ibérica, con motivo de la conquista romana y el subsiguiente proceso de colonización y asentamiento de población en el territorio hispano a lo largo de las dos últimas centurias a.C.2.

Debido a la tendencia antes expuesta se está llevando a cabo un enorme esfuerzo por teorizar y dotar de metodología al estudio de los contactos lingüísticos en lenguas fragmentariamente atestiguadas que ha permitido estimulantes avances3. Esta aplicación de conceptos modernos a la Antigüedad es especialmente fructífera cuando se trabaja con el contacto entre lenguas de corpus, como el latín y el griego, puesto que existe un número alto de inscripciones escritas en ambas lenguas con todo tipo de fenómenos que permiten un análisis sociolingüístico. Por tales se pueden entender todas las lenguas del Occidente romano4, exceptuando el latín y el griego, y quizá también el etrusco, si atendemos al altísimo número de textos conservados, c. 11.000 (si bien es cierto que el material lingüístico de la mayor parte de ellos es onomástico)5. Sin embargo, cuando el objeto de estudio son lenguas con un cuerpo documental más exiguo se impone otra metodología. En algunos casos, este no supera los centenares de inscripciones; en otros, como ocurre en ibérico (c. 2300 inscripciones6), la mayoría de inscripciones son pequeños grafitos sobre cerámica que, aunque dan cierta información sobre los hábitos de escritura, no contribuyen a la comprensión de la lengua en cuestión. 

Tomando esta reflexión como punto de partida, añadiré que la península Ibérica no es un territorio prolífico en documentación directa sobre los contactos lingüísticos (inscripciones bilingües y mixtas). Estas fuentes, a diferencia del material disponible en la península Itálica, se corresponden casi únicamente con el periodo de dominio romano7. No obstante, sí hay claros indicios indirectos que prueban que los pueblos endógenos interactuaron lingüísticamente no sólo entre sí, como es esperable; sino también con los otros pueblos exógenos que arribaron a las costas peninsulares antes que los romanos : fenicios y griegos. Aunque este trabajo se centra en el periodo de la latinización, es oportuno ofrecer un apartado introductorio sobre el resultado epigráfico de la interacción entre los pueblos paleohispánicos de las costas meridional y levantina con fenicios y griegos, necesario para contextualizar los cambios que tuvieron lugar a partir de la conquista romana. Con objeto de ajustarnos a la temática de este volumen, se dejan de lado otros importantísimos fenómenos de interacción cultural, como el uso de cerámica importada, la introducción de la economía monetal o las influencias iconográficas y artísticas, y nos centraremos únicamente en los contactos lingüísticos, epigráficos y los relativos a la historia de la escritura.

Los pueblos paleohispánicos y su interacción lingüística y epigráfica con los fenicios

Los primeros testimonios escritos de la presencia semita en el mediodía peninsular datan de finales del siglo IX a.C. De los siglos de epigrafía fenicia y púnica en territorio hispano se cuentan algo menos de unas 500 inscripciones8 que, a diferencia de otras regiones semíticas orientales, consisten mayoritariamente en grafitos cerámicos consistentes en marcas de propiedad9. Estas poblaciones, que entonces eran “colonos”, después de nueve centurias de asentamiento en la península, actuaron como pueblos “autóctonos” en el momento de la conquista romana, y fueron objeto de un nuevo proceso de contacto y cambio lingüístico frente a Roma, como quedó patente en las leyendas monetales bilingües de EbususSexs y Abdera10, y quién sabe si también en el mal llamado conjunto de monedas “libio-fenicias”11, todas ellas fechables a lo largo de la última centuria a.C.

De los muchos resultados de los contactos entre los fenicios y los pueblos paleohispánicos sobresalen dos, principalmente, en lo tocante a la cultura escrita: el nacimiento de la escritura paleohispánica y, posiblemente también, la difusión del hábito epigráfico sobre soportes efímeros.

Por lo que respecta al primero, resulta evidente que los testimonios más tempranos de escritura paleohispánica tuvieron lugar gracias al estímulo de la presencia fenicia en el mediodía peninsular. Los textos escritos en la llamada “escritura del Suroeste” (fig. 1), el más antiguo sistema de escritura paleohispánico, resultado de la adaptación del alefato fenicio por parte de los pueblos de Extremadura, Andalucía Occidental y especialmente en el Algarve y el Alentejo, se fechan en términos generales en el siglo V a.C.12. Este sistema de escritura, con el que se escribió una lengua que aún no está bien definida, fue antecesor de la escritura meridional (o “escritura del Sudeste”), uno de los dos sistemas de escritura paleohispánicos con los que se escribió la lengua ibérica en las centurias posteriores13.

Por lo que respecta a la segunda cuestión, la preferencia por el uso de soportes epigráficos efímeros en la epigrafía paleohispánica del sur peninsular en el hinterland de la epigrafía fenicia, posiblemente también se deba a la influencia de uso fenicio de la escritura. El alto porcentaje de textos fenicio-púnicos en cerámica y materiales perecederos permite hipotetizar que este pueblo semita tenía un hábito escriptorio desarrollado pero restringido, salvo excepciones, a soportes epigráficos perecederos o, al menos, hechos sin una intención de perdurabilidad, como ocurría en la epigrafía romana. La baja cantidad de epigrafía paleohispánica en el sur de la península es un ejemplo clarísimo de las malas pasadas que juega la parcialidad del registro epigráfico, tan dependiente de la perennidad de los soportes14, una característica directamente relacionada con el uso que cada cultura le daba a la escritura.

Fig. 1. Ejemplo de escritura del Suroeste en la estela de Fonte Velha, Bensafrim (© Henrique Matos, CC-BY-SA 3.0).

Los pueblos paleohispánicos y su interacción lingüística y epigráfica con los griegos

La epigrafía griega más temprana de la península también estaba, como la fenicia, estrechamente ligada a propósitos comerciales. Muestra de ello son los no pocos grafitos cerámicos que se tienen documentados a lo largo de la costa meridional y levantina hispana15. Sin embargo, a diferencia de los hábitos escriptorios fenicios, los griegos empleaban las láminas de plomo como soporte para la escritura de documentos relativos a transacciones comerciales16. Este tipo de soporte, en contraste con los utilizados por los pueblos semitas para sus intercambios, no es perecedero, razón por la cual han llegado hasta nuestros días interesantes cartas griegas sobre plomo que abordan estas cuestiones, como las de Ampurias17, Rosas18 y Pech Maho19, núcleo que, pese a que se ubicaba físicamente fuera de la península, guardaba una estrecha relación mercantil con la costa emporitana. 

Fueron, por tanto, los documentos de naturaleza comercial los que sin duda más influencia ejercieron en el acervo escrito local. Esta influencia se refleja, como ocurrió en el sur, en el estímulo del nacimiento (o uso) de la escritura ibérica levantina y del “alfabeto greco-ibérico”20, así como en la imitación en el propio uso de la escritura: a partir de este momento, los iberos de la costa nordoriental peninsular comienzan a escribir documentos sobre plomo, una tipología adquirida directamente de los griegos21 (fig. 2). Estos fenómenos prueban que la interacción lingüística entre helenos y autóctonos fue intensa (con seguridad, especialmente en las grandes localidades costeras se darían todo tipo de fenómenos previsibles en un entorno social bilingüe) pero, sin embargo, las inscripciones en las que ambas lenguas coexisten son relativamente escasas: se conocen, además de las leyendas monetales de los Longostaletes22, fragmentos cerámicos del siglo V a.C.23, del IV a.C.24 y quizá uno datable entre los siglos II-I a.C.25 en los que dos o más personas escribieron sucesivamente en griego e ibérico (no son inscripciones concebidas como textos bilingües) y contienen esgrafiados de tipo comercial o marcas de propiedad. Existe, además, un conjunto de tres interesantísimos esgrafiados sobre cerámica de una tipología similar a los precedentes escritos en griego y púnico, que certifican los intercambios comerciales entre griegos y púnicos peninsulares, todos datables en el siglo IV a.C. El procedente de Ampurias26 contiene dos numerales griegos, posiblemente relativos a las dracmas y un nombre de persona púnico; el de Toya (Jaén), esgrafiado en el interior de una crátera de figuras rojas, consiste en numerales griegos y una letra (m) púnica27. Ambos tienen naturaleza comercial, a diferencia del tercero, procedente de la necrópolis ibérica de Pozo de la Nieve (Albacete), que además de los numerales griegos, parece contener un breve texto púnico funerario28.

Fig. 2. Dibujo y fotografía de la cara B del plomo grecoibérico de La Serreta de Alcoy, Alicante (©BDHesp A.04.01b, CC-BY-NC 3.0).

Los pueblos paleohispánicos y su interacción lingüística y epigráfica con Roma

El grueso de la documentación directa sobre los contactos lingüísticos en Hispania antigua sólo se da a partir de la conquista romana, a finales del siglo III a.C., por dos razones fundamentales. La primera de ellas es la importancia que se daba a la escritura en Roma, mucho más vinculada a la vida cívica, sea como medio de propaganda individual o sea como medio de amueblamiento urbano, si bien, en época republicana aún no había tenido lugar la llamada “explosión epigráfica”, que ocurrió de la mano de la nueva cultura imperial augústea. La llegada del hábito epigráfico que traía este contingente, mucho más proclive a la escritura sobre soportes no perecederos y públicamente expuestos especialmente a partir del siglo III a.C. precisamente, supuso un estímulo enorme para la alfabetización y, en consecuencia, el volumen de documentos que se han conservado es mayor con respecto de las anteriores etapas.

La segunda razón es el incomparablemente mayor alcance geográfico de los contactos culturales entre los romanos y los hispanos, debido a que las intenciones colonizadoras de los romanos a partir de comienzos del siglo II a.C. fueron mucho más ambiciosas que las de los fenicios y griegos. Una vez que una región era conquistada, la difusión de la forma romana de concebir la epigrafía tuvo lugar a partir de las ciudades, trufadas de inscripciones, hasta tal punto que se considera que la epigrafía es un fenómeno urbano29.

Paradójicamente, aunque es un hecho bien constatado, la epigrafía paleohispánica se desarrolló a raíz de la introducción de la epigrafía romana en Hispania: el número de inscripciones aumenta, los tipos de soporte y los géneros epigráficos se multiplican, y no solo se adaptan modelos romanos sino que también hay reelaboraciones locales, un hecho directamente relacionado con el carácter republicano de la romanización hispana. Este tipo de proceso es similar al atestiguado en Italia y diverso al que ocurrió en otras zonas del Imperio, que entraron bajo la órbita de Roma cuando la cultura augústea ya estaba instaurada, en las que la expresión local se percibe de una forma mucho más débil30.

La difusión del hábito epigráfico entre los hispanos, especialmente en el este y sur peninsular, dio lugar a una ampliación del número de documentos y, con ella, a un aumento de los testimonios directos e indirectos de contacto lingüístico. Entre los primeros contamos con textos bilingües y mixtos en los conviven el latín y una lengua local; y entre los segundos, se han documentado interferencias de una lengua en un texto redactado en otra, textos redactados en una lengua que no es la habitual en su lugar de hallazgo, entre las que destaca la losa funeraria del celtíbero Dirtano de los Abúlocos31, hallada en la púnica isla de Ibiza (fig. 3) o la inscripción ibérica de Cagliari, quizá también de tipo funerario32; o en forma de nombres de una adscripción lingüística distinta de la del texto en la que están insertos, como el Tercer Bronce de Botorrita o el Bronce de Áscoli; si bien es cierto que son datos que hay que manejar con cautela, puesto que, como es bien sabido, un individuo no necesariamente habla la lengua a la que pertenece su nombre33. Por otra parte, como indicador de la implantación de la cultura escrita romana pueden tomarse las inscripciones en lenguas locales escritas en alfabeto latino, muy escasas en el ámbito ibérico levantino y, a cambio, abundantes en el interior peninsular celtibérico34. Nos centraremos, a continuación, en lo que consideramos testimonios directos de contacto lingüístico: las inscripciones bilingües y mixtas.

Fig. 3. Losa celtibérica procedente de Puig des Molins, Ibiza (©BDHesp IB.01.01, CC-BY-NC 3.0).

Las inscripciones bilingües y mixtas de la península Ibérica

Ámbitos levantino y meridional

El conjunto ibérico es el único paleohispánico que cuenta con inscripciones monetales y no monetales bilingües. Esto probablemente se deba a la preexistencia de cierta cultura escrita en el este peninsular, que se desarrolló gracias a la llegada de los romanos, llegando a constituir un conjunto epigráfico de notable envergadura (en términos cuantitativos y cualitativos) antes del proceso de homogeneización epigráfica que tuvo lugar en época augústea35. El resto de culturas epigráficas hispanas, de las que no conservamos bilingües, no llegaron al nivel de alfabetización ni de uso de la epigrafía públicamente expuesta al que se llegó en el ámbito ibérico36.

Desafortunadamente para nosotros, la mayoría de estos textos redactados en lengua ibérica y latina (siempre en sus respectivos sistemas de escritura) son muy escasos y además no han llegado íntegros hasta nuestros días. Se conocen apenas seis ejemplares: tres de Tarragona, uno de Sagunto, dos parejas de sellos sobre mortero procedentes de yacimientos del valle medio del Ebro y un texto mixto de Cástulo escrito en alfabeto latino37.

A cambio, los rótulos monetales bilingües presentan clara superioridad numérica con respecto de los epígrafes, lo que constituye una rareza con respecto del resto de culturas epigráficas del Occidente romano, de las que sólo la púnica produjo numerario con leyendas en dos lenguas (salvo la conocida excepción de la emisión osco-latina de la Guerra de los Aliados, con la leyenda A: Italia R: c. paapi c.)38. En Hispania, además de las llamadas “cecas libio-fenicias” a las que ya se ha aludido más arriba, nueve ciudades ibéricas39 y tres púnicas40 emitieron numerario bilingüe, algunas de ellas de forma bastante estable, como Saguntum41 (fig. 4) y Obulco42. La comparación del registro epigráfico y el numismático de estos núcleos más intensamente romanizados, de los que proceden las inscripciones y las series monetales bilingües, ofrece resultados dispares, que reflejan las particularidades culturales de cada una de ellas.

Fig. 4. Moneda bilingüe de Sagunto, Valencia (©MJET, Gabinet Numismàtic de Catalunya, Permiso de reproducción concedido).

Como se ha indicado, tres inscripciones bilingües (la mayor “acumulación” de inscripciones de este tipo en Hispania) proceden de Tarragona, capital de la Citerior y escenario de las primeras interacciones entre romanos e ibéricos. Todas las bilingües se datan en época republicana, periodo en el que se fecha también una veintena de epígrafes latinos y más de una decena de epígrafes ibéricos43. Por desgracia, de estas tres, dos, ambas de carácter funerario, están perdidas44; y la tercera, de tipo monumental y edilicio, está en un estado extremadamente fragmentario45Tarraco no produjo epigrafía monetal bilingüe46

Saguntum, por su parte, fue una ciudad de importancia capital durante la conquista romana y también una de las cecas más prolíficas e influyentes de Hispania47. Su nombre ibérico era arse, un topónimo registrado en unas de las emisiones más antiguas de la penísula ibérica y que se grabaría junto con el gentilicio latino Saguntinum o con los nombres de sus magistrados monetales, en latín, en su numerario a lo largo del periodo 130 – 72 a.C., cuyas variantes pervivieron hasta la década de los 30 a.C.48. La potencia de la ceca saguntina y la presencia de rótulos bilingües en su numerario fue determinante para que, a mediados del siglo I a.C., comenzaran a acuñarse rótulos bilingües en otras dos cecas cercanas, Gili49 (fig. 5) y Saetabis50.

Fig. 5. Moneda bilingüe de Gili (© Museu de Prehistòria de València, Permiso de reproducción concedido).

Esta presencia del latín en la epigrafía monetal saguntina es especialmente llamativa, puesto que las inscripciones latinas de época republicana son, en Sagunto, prácticamente inexistentes51 mientras que el conjunto de epigrafía ibérica sobre piedra es verdaderamente significativo52. De hecho, el único texto latino de época republicana que se puede fechar con cierta seguridad en Sagunto es precisamente el recogido en la inscripción bilingüe procedente de este núcleo, hecha sobre un elemento constructivo (¿un arquitrabe?) en piedra, datable en la primera mitad del siglo I a.C. y cuyo texto reza : [— M(arcus?) · F]abius [ · ] M(arci) · l(ibertus) · Isidorus · coerau[it, -erunt —] [—]itiŕ · tebanen · otar [·] koroto[—]) (fig. 6).53 

Fig. 6. Arquitrabe bilingüe de Sagunto, Valencia (©MJET, Museo Arqueológico de Sagunto, Permiso de reproducción concedido).

Otra de las regiones ibéricas más intensa y precozmente incluidas en la órbita de Roma fue el valle medio del Ebro, donde los iberoparlantes confinaban con otros pueblos de lengua vascónica y celtibérica54. A pesar de ello, sólo nos queda constancia de los contactos entre lenguas indígenas a través de documentación indirecta, como el Bronce de Áscoli (CIL I2 709), que recoge la concesión de ciudadanía a un escuadrón de caballería compuesto por integrantes tanto ibéricos como vascones, y el Segundo y el Tercer Bronce de Botorrita, ambos de comienzos del siglo I a.C. Por lo que respecta al primero, también llamado Tabula Contrebiensis porque es el único bronce redactado en latín que se ha hallado hasta la fecha en esta localidad, más que una convivencia entre tres comunidades relata un desencuentro entre dos de ellas, iberos y vascones de nuevo, dirimido en territorio celtibérico y sancionado por una autoridad romana. El Tercer Bronce de Botorrita, netamente celtibérico, contiene un largo listado de individuos entre los que se cuentan personas de nombre no sólo ibérico, sino también latino y griego (si bien es cierto que su nombre familiar parece celtibérico)55.

Del valle del Ebro no procede ninguna inscripción bilingüe sobre piedra. La escasez de material lítico que acusa esta región tan atractiva lingüísticamente ha sido un factor determinante para la ausencia de inscripciones bilingües (y no bilingües); pero sí que hay textos bilingües impresos sobre cerámica, concretamente sobre mortaria. En estos recipientes en cuestión, fósiles indicadores recurrentes de la implantación de la cultura (gastronómica) romana, se imprimieron parejas de sellos respectivamente escritos en ibérico y latín que posiblemente contengan la misma información, es decir, que sean traducciones (si bien no literales). En una pareja de sellos se lee: bilake aiunatinen abiner Fl(accus?) Atili(i) L(ucii) s(eruus)56; y en otra: boŕotenbotenin y Protemus fecit57(fig. 7). En esta región acuñaron moneda bilingüe en ibérico y latín las cecas de Celsa Osicerda58 a mediados del siglo I a.C.

Fig. 7. Sello ibérico sobre mortero con la inscripción · boŕotenbotenin procedente de Azaila, Teruel (©MJET, Museo de Zaragoza, Permiso de reproducción concedido).

En lo tocante a la zona meridional, donde verosímilmente también se hablaba, además de ibérico, una lengua no ibérica y no indoeuropea llamada turdetano59, su característica más destacable es la abundancia y la antigüedad de sus leyendas monetales bilingües y la casi total ausencia de epigrafía no monetal en dos lenguas. De hecho, la primera leyenda de Castulo (“ś kaśtilo”)60, de comienzos del siglo II a.C., es uno de los documentos en dos lenguas o, al menos, dos escrituras, más antiguo de Occidente. A mediados de esta centuria se fechan también leyendas bilingües y mixtas de ikalesken, ObulcoAbra y Salacia61.

A diferencia del Levante, en el Mediodía peninsular no ha llegado a nuestros días ninguna inscripción bilingüe. Antes se ha sugerido que la ausencia de una cultura epigráfica desarrollada en términos cuantitativos y cualitativos (variedad de tipos epigráficos y soportes, escritura autóctona, etc.) es óbice para la producción de inscripciones bilingües. La ausencia de bilingües en el sur de la península Ibérica podría deberse bien a este hecho o bien a la ausencia general de inscripciones sobre soporte duro que se ha descrito en la introducción.

No obstante, además de las monedas, como testimonio directo de convivencia lingüística entre el latín y la lengua local en esta región, puede citarse una lastra de piedra opistógrafa procedente de Castulo, mixta por ambas caras. La cara más antigua contiene un texto en una lengua no latina (¿turdetano?) escrita en alfabeto latino que contiene un nombre personal en latín ; y la cara posterior contiene una fórmula onomástica latina cuya origo está expresada en la lengua local, Castlosaic62.

Ámbitos celtibérico y lusitano

La epigrafía celtibérica no ha proporcionado ningún texto bilingüe si, como ya he propuesto en otro lugar, la leyenda monetal bilingüe de Tamusia, en celtibérico y latín, es una creación de época moderna63. Un gran número de inscripciones celtibéricas son de carácter oficial, y son inscripciones sobre bronce escritas en celtibérico. Da la sensación de que la naturaleza de la epigrafía celtibérica, ceñida prácticamente a este género epigráfico, no estimuló la producción de bilingües. Por otro lado, la ausencia de emisiones bilingües tiene una explicación más difícil, que quizá deba afrontarse desde un punto de vista geográfico, puesto que las cecas que emitieron numerario bilingüe (ibéricas y púnicas, uid. supra) se encontraban relativamente lejos de las celtibéricas y no tan dispersas por su territorio como para ejercer una influencia y cambiar el esquema de sus cuños; o desde un punto de vista identitario, más complicado de justificar documentalmente, según el cual los celtíberos habrían sido más reacios a incluir referentes romanos en objetos tan identificativos de las comunidades cívicas locales como las monedas. Solo a partir del siglo I a.C. se abandona el signario paleohispánico por el alfabeto latino para notar la lengua celtibérica en las cecas de Clunia (fig. 8) y Segobriga64; pero no parece que sea un cambio relacionado con cuestiones identitarias, a la vista de que más de treinta inscripciones contemporáneas documentan también este cambio de sistema de escritura65. Esta disyuntiva se resolvería de manera sencilla si se lograse determinar hasta qué punto el alfabeto latino era entendido por los celtíberos como un elemento perteneciente a la identidad de un grupo, tan fuerte como la lengua o, en cambio, se percibía como un sistema de escritura más adecuado para su lengua, carente de connotaciones identitarias, opción por la que particularmente me inclino. De hecho, con anterioridad habían importado el signario paleohispánico de los iberos.

Fig. 8. Reverso de moneda de Clunia con la leyenda Clounioq. en alfabeto latino (© MJET, Gabinet Numismàtic de Catalunya, Permiso de reproducción concedido).

A una fase posterior en la que el celtibérico ya no se escribe, se adscriben aproximadamente un centenar de fórmulas onomásticas en inscripciones latinas donde la llamada “organización suprafamiliar” se sigue declinando en la lengua local (-qum-cum), incluso manteniendo la letra q-, verosímilmente recordando el silabograma ku del signario paleohispánico. La mayor parte proceden de la Celtiberia, aunque algunas de ellas sobrepasan sus límites por el norte y el oeste, internándose en las otras regiones de la Hispania indoeuropea66. Este conjunto ilustra al menos una parte de la fase de extinción de la legua celtibérica, una fase que, a cambio, no está documentada en la región ibéricoparlante, donde las inscripciones ibéricas desaparecen de forma mucho más abrupta, incluso sin adaptar el sistema de escritura latino.

La expresión escrita del lusitano, a diferencia del ibérico y el celtibérico, está condicionada al aprendizaje del alfabeto latino, puesto que hasta la llegada de Roma esta lengua nunca había sido escrita, al menos, no en soportes duros. Las inscripciones en lengua lusitana que se han conservado están también restringidas a una tipología textual concreta, la epigrafía religiosa, así como a un soporte determinado, la piedra o la pared rocosa67. Lo que puede deducirse del registro epigráfico actualmente es que el lusitano únicamente se escribió en soporte duro en contextos rituales68.

No hay, además, inscripciones bilingües como las ibéricas; pero es que tampoco hay ningún otro tipo de textos. El hecho de la Lusitania prerromana no hubiera desarrollado una cultura epigráfica local, especialmente con una escritura propia, impide en gran medida la generación de “textos paralelos”, como llaman a las inscripciones bilingües en la escuela anglosajona. A cambio, en lusitano contamos con textos que contienen interesantes cambios de código, tanto interoracionales como intraoracionales. Entre los primeros destacan dos inscripciones69 en las que a un texto religioso en lengua lusitana lo precede un encabezamiento en latín en el que se indica quién lo escribió o encargó escribirlo: Rufinus et Tiro scripserunt Ambatus scripsi(t?). Y por lo que respecta al cambio de código intraoracional, abundantes inscripciones latinas contienen interferencias de lusitano en lo que atañe a la teonimia, que no sólo es de raigambre local, sino que está declinada con arreglo a la morfología vernácula, como VIS.02.01; lo que podría deberse a un fenómeno de retención linguística en el dominio de lo religioso o, simplemente, a que tal era el estadio, ya en vías de extinción, en el que se encontraba la lengua lusitana70.

A lo largo de esta contribución han quedado patentes, de forma casi reiterativa, dos conclusiones que pueden ser de interés para el lector interesado en las situaciones de multilingüismo en la Antigüedad. En primer lugar, que la península Ibérica es especialmente atractiva para estudios sociolingüísticos por su abundancia de lenguas vernáculas, que sin duda interactuaron pese a que apenas tenemos testimonios de ello, y por sus dos fases de contactos con lenguas exógenas, el fenicio y el griego primero, y el latín después. Estas lenguas iban, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, acompañadas de un sistema de escritura propio y un uso de la escritura muy particular, que se propagaron de igual manera que las lenguas. En segundo lugar, dado que la romanización “efectiva” tuvo lugar en diferentes regiones de Hispania antes y después de época augústea, en la que se llevó a cabo una labor de homogeneización cultural de todo el imperio, se ha podido comprobar cómo esta última fue capital para determinar por un lado la desaparición de las inscripciones bilingües (ámbito ibérico), en las que la lengua local y el latín se representan en el mismo nivel jerárquico; y por otro la aparición de las mixtas en otras regiones (ámbitos celtibérico y lusitano), en las que se constatan interferencias entre las lenguas locales y el latín o, en último término, la desaparición de las lenguas locales del registro escrito.

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Notes

  1. La obra general de referencia es Adams 2003. Además de ella, Campanile et al. 1988; Adams et al. 2002; Biville et al. 2008; Ruiz Darasse & Luján 2011; Mullen 2011; Mullen & James 2012; McDonald 2015; Estarán 2016.
  2. Algunos de los trabajos más recientes sobre los contactos lingüísticos y epigráficos en Hispania son De Hoz 2005; Beltrán & Estarán 2011; Velaza 2011; Simkin 2012; Lowe 2014; Estarán 2015; Estarán 2016, 87-91, 249-429, 465-473; Díaz et al. 2019; Simón 2019; Estarán 2021. 
  3. Langslow 2002; Adams 2003, 29-83; Velaza 2011; Mullen 2012; Estarán 2016, 29-36.
  4. Para una introducción a las lenguas y epigrafías paleoeuropeas, ver Beltrán et al 2020. Un reciente compendio sobre las lenguas y las epigrafías paleohispánicas en particular es García Sinner & Velaza 2019.
  5. Benelli 2020, 25; Belfiore 2020, 223-230.
  6. Moncunill & Velaza 2020, 593.
  7. Belfiore 2020, 201.
  8. Zamora 2019, 56-57.
  9. Sobre los tipos de textos fenicios hallados en la península Ibérica, Zamora 2019, 66-75.
  10. Sobre el bilingüismo en los rótulos de estas cecas, cf. Estarán 2016, 467-473.
  11. Se trata de monedas acuñadas por nueve cecas del sur peninsular, bilingües y acuñadas en la última centuria a.C., con un texto en latín y otro en una escritura que aún no ha sido descifrada que podría haberse inspirado en la escritura neopúnica coetánea. De hecho, suele referirse a ella como “escritura neopúnica aberrante”. Sobre estas cecas, ver García-Bellido 1993 y, particularmente, sobre las inscripciones bilingües de estas piezas, Estarán 2016, 390-429; Herrera 2020, 174-193.
  12. Jiménez 2022. Sobre la situación lingüística del suroeste, ver Correa & Guerra 2019.
  13. Los avances en materia de descubrimientos epigráficos y de conocimiento del sistema dual están proporcionando interesantes “desencuentros” sobre cuál de los dos sistemas de escritura, si el levantino o el meridional, es anterior. Aún no se ha llegado a una conclusión segura. En Ferrer & Moncunill 2019, 105-108 y Ferrer 2020 se ofrece un estado de la cuestión al respecto.
  14. A propósito de este asunto, Beltrán 2011, 41-43; Herrera 2015; Herrera 2020, 65, 204.
  15. Sobre los grafitos griegos peninsulares, cf. De Hoz 2002, De Hoz 2013, De Hoz 2014. Sólo se conoce con seguridad una colonia griega del territorio hispano, Ampurias, y un emplazamiento secundario, Rosas, ambos en el extremo nordeste. Pese a ello, la epigrafía griega de época arcaica y clásica está difundida por toda la costa, desde Huelva (De Hoz distingue tres regiones: la zona de influencia tartésica, el sudeste y su prolongación hacia el norte y Ampurias y su territorio, De Hoz 2013, 44-48), un fenómeno que se explica gracias a la intensa actividad comercial helena.
  16. Las láminas de plomo inscritas en fenicio o púnico son muy escasas (cf. Sabaté 2021, 347, nº 5 y nº 478). Un hábito adquirido de los neoluvitas anatolios y sirios, quienes las utilizaban para los mismos fines (De Hoz1999, 445; De Hoz 2013, 43).
  17. De Hoz 2014, n° 129-131.
  18. De Hoz 2014, n° 165, perdida en un incendio.
  19. Decourt 2004, 135.
  20. Ver Ferrer 2020, 980-990 sobre la escritura levantina; ver Adiego 2020, 1032-1039 sobre la greco-ibérica.
  21. Es llamativa la difusión que adquirió esta práctica escriptoria entre los iberos en comparación con otros pueblos mediterráneos, ver De Hoz 1999, 447. Sobre el plomo como soporte epigráfico en las culturas epigráficas paleoeuropeas, ver Sabaté 2021.
  22. BDHesp Mon.02 = MLH I A.2.
  23. M. P. De Hoz 2014, n° 72 (Ampurias, Gerona) y 272 (Cabezo Lucero, Alicante).
  24. M. P. De Hoz 2014, n° 158a, 159.2 (Rosas, Gerona), 260 (La Bastida de les Alcuses, Valencia).
  25. M. P. De Hoz 2014, n.º196 (Arenys de Mar, Barcelona).
  26. M. P. De Hoz, 2014, n° 71.
  27. M. P. De Hoz, 2014, n° 321.
  28. M. P. De Hoz 2014, n° 312.
  29. Sobre la monumentalización de las ciudades romanas (hispanas) y la cultura epigráfica, ver Beltrán 2005.
  30. Sobre las particularidades de la romanización en época republicana, ver Beltrán 2005a, 179-180.
  31. IB.01.01 = K.16.1. Las referencias a las inscripciones paleohispánicas se notan mediante dos numeraciones. La primera es de BDHesp y la segunda es de MLH.
  32. X.01.01 = X.0.1.
  33. Toda esta documentación indirecta se analiza en Beltrán & Estarán 2011.
  34. Simón 2014 y 2019. Más rara es todavía la transcripción del latín en signario ibérico, puesto que sólo se tiene documentada onomástica latina o latinizada inserta en textos íntegramente ibéricos: Cornelius (koŕnel[—], GI.14.01 = C.1.1) o Flaccus (bilake, TE.04.04 = K.5.4; Z.12.01 = E.15.1; BDHesp B.10.10).
  35. Dado que nuestro conocimiento de la lengua ibérica es todavía demasiado precario, si las inscripciones bilingües se analizan desde un prisma únicamente hispano no es posible confirmar de forma definitiva que su parte ibérica sea la traducción de la latina (o viceversa). Sin embargo, si esta perspectiva se amplía a los conjuntos de inscripciones bilingües dígrafas en latín y en las lenguas vernáculas de Italia y África con una cultura epigráfica sólida, como el etrusco o el púnico, lo previsible es que las bilingües ibérico-latinas contengan traducciones, que a todas luces no fueron hechas al pie de la letra. Sobre las inscripciones bilingües ibéricas en el contexto mediterráneo, Estarán 2015.
  36. Sobre el concepto de “epigrafía pública”, ver Beltrán 2015 y Beltrán & Díaz 2018. La epigrafía celtibérica hecha para ser expuesta públicamente es básicamente de tipo oficial (emanada de una autoridad) y su soporte es la tábula de bronce. De hecho, las inscripciones celtibéricas exentas sobre piedra (no rupestes ni esgrafiados ¿marcas de cantero? sobre columnas) destinadas para un público amplio son algo más de una decena, y son todas ellas funerarias (Beltrán & Jordán 2016, 35). En el mundo ibérico, a cambio, está bien documentada la epigrafía monumental y edilicia. Sobre la epigrafía pública celtibérica, ver Beltrán & Jordán 2008; Jordán 2018 y Beltrán & Jordán 2020, 648-650.
  37. Tarragona: T.11.05 = C.18.5; T.11.06 = C.18.6; T.11.09 = C.18.10; Sagunto V.04.08 = F.11.8; morteros: TE.04.04 = K.5.4, Z.12.01 = E.15.1 y TE.02.287 = E.01.287; Cástulo: J.03.01 = H.6.1. Ver Estarán 2016, 339-365.
  38. Rix 2002, nPg 4b. Sobre la epigrafía monetal en dos lenguas, ver Estarán 2012.
  39. Estarán 2016, 295-328.
  40. Estarán 2016, 467-474.
  41. Mon.33 = A.33.
  42. Mon.100 = A.100.
  43. Díaz 2008, C58- C78 ; T.11.01-10 = C.18.1-10.
  44. T.07.05 = C.18.5 = Estarán 2016, I14, aŕetake / atinbelauŕ · antalskar Fuluia lintearia; y T.07.06 = C.18.6 = Estarán 2016, I13, [—] / heic · est · sit[us, -a —] aŕe · teki · arka[—] sakaŕil+[—].
  45. T.07.10 = C.18.10 = Estarán 2016, I15, [—]nei / [—]ban / [—].
  46. A diferencia de la ceca saguntina, en Tarragona no se produjeron monedas bilingües kese o taŕakon / Tarraconi las emisiones romanas guardan ninguna relación iconográfica con las ibéricas: las últimas emisiones de kese son de finales del siglo II a.C. y las primeras de Tarraco, de época augústea. A todas luces, las diversas circunstancias de la integración en la órbita romana de uno y otro núcleo, Sagunto y Tarragona, influyeron en el diseño de sus monedas y la elección lingüística de sus leyendas.
  47. Ripollés & Llorens 2002. 
  48. Mon.33.18 = A.33.11 = Estarán 2016, I3.
  49. Mon.34.2 = A.34.2.4 = Estarán 2016, I4.
  50. Mon.35.11 = A.35.4.6 = Estarán 2016, I5.
  51. Díaz 2008, 144-146.
  52. V.04.01-V.04.46. Sobre la situación lingüística de Sagunto a finales de la época republicana, ver Beltrán 2011, 34; Estarán 2016, 301-303; Estarán 2022. 
  53. V.04.08 = F.11.8 = Estarán 2016, I16.
  54. Sobre la epigrafía en tiempos de la romanización en el valle medio del Ebro, Beltrán 2005a. Sobre el valle del Ebro como área de contacto lingüístico de las lenguas paleohispánicas, Jordán 2008.
  55. Jordán 2008, 12-18 reflexiona sobre los datos sociolingüísticos de estas tabulae. Una edición reciente y actualizada de Botorrita III puede hallarse en Jordán 2019, 776-807.
  56. TE.04.04 = K.5.4, Z.12.01 = E.15.1. Como ocurre frecuentemente en opus doliare, no todos los ejemplares cerámicos eran sellados, por razones que aún no se han llegado a esclarecer; pero se tienen localizados dos ejemplares con ambos sellos y, además, uno sólo sellado con el ibérico y otro sellado sólo con el latino (ver Estarán 2016, I12).
  57. TE.02.287 = E.01.287. En este caso, no se ha hallado ningún ejemplar marcado con los dos sellos sino un mortero con sello ibérico y otro, con sello latino. Sobre la lectura del sello ibérico, ver Estarán 2016, I12.
  58. Mon.21.2 = A.21.2.10 = Estarán 2016, I1; Mon.26 = A.26 = Estarán 2016, I2.
  59. Sobre ella, ver Correa 2009, De Hoz 2019, Herrera 2020, 76-84. Sobre la romanización de este territorio, CruzAndreotti 2019.
  60. Mon.97.3 = A.97.3 = Estarán 2016, I7.1.
  61. Mon.95 = A.95 = Estarán 2016, I6; Mon.100 = A.100 = Estarán 2016, I8; Mon.101 = A.101 = Estarán 2016, I9; Mon.103 = A.103 = Estarán 2016, I10. Las leyendas de Salacia, que no son exactamente bilingües, sino dígrafas, fueron redactadas en un sistema de escritura que plantea muchos problemas de interpretación.
  62. H.6.1 = Estarán 2016, I17.
  63. Estarán 2011, Estarán 2016, 283-285.
  64. Mon. 67.2 = A.67.2; Mon.89.3 = A.89.4.
  65. Simón 2014, Simón 2019, Simón 2020, 1087-1089. El alfabeto latino utilizado en Celtiberia incluye el uso de un signo diacrítico en la S para reflejar mejor las necesidades fonéticas celtibéricas, ver Jordán 2015; Simón & Jordán 2018.
  66. Sobre este conjunto, Gorrochategui 2011, Simón 2012, Estarán 2016, 285-292.
  67. Las inscripciones en lengua lusitana que se tienen documentadas hasta la fecha son CC.03.01 = L.1.1, CC.03.02, GUA.01.01 = L.3.1, POA.01.01, VIS.01.01 = L.2.1. Además de ellas, un buen número de inscripciones latinas de época imperial contienen interferencias de la lengua local, especialmente en la teonimia, entre las que sobresale la inscripción sobre un altar de Viseu (Fernandes et al. 2009 = VIS.02.01).
  68. Si se tiene en cuenta que las bilingües ibéricas son leyendas monetales, epitafios, epígrafes monumentales y estampillas, se percibe de forma clara que en lusitano no se escribieron el tipo de textos que son susceptibles de exhibir dos lenguas. Actualmente, sólo se ha hallado un grafito en alfabeto latino (Ablonios) que podría pertenecer al acervo cultural local de la Baja Extremadura.
  69. VIS.01.01 = L.2.1 = Estarán 2016, Lu10 ; CC.03.01 = L.1.1 = Estarán 2016, Lu19, perdida.
  70. Estarán 2019; Estarán & Herrera en prensa.
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ISBN html : 979-10-300-0826-5
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ISSN : en cours
20 p.
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Comment citer

Estarán Tolosa, María José, “Los pueblos paleohispánicos ante Roma. La transición lingüística y epigráfica de la Hispania republicana”, in : Roure, Réjane, avec la collaboration de Lippert, Sandra, Ruiz Darasse, Coline, Perrin-Saminadayar, Éric, éd., Le multilinguisme dans la Méditerranée antique, Pessac, Presses universitaires de Bordeaux , collection Diglossi@ 1, 2023, 251-271 [en ligne] https://una-editions.fr/los-pueblos-paleohispanicos-ante-roma [consulté le 02/05/2023]
10.46608/diglossia1.9791030008265.16
Illustration de couverture • Relevés de divers graffitis en phénicien, ibère, étrusque, gallo-grec, grec, latin, hiéroglyphes (DAO par Réjane Roure, Coline Ruiz-Darasse, Sandra Lippert, Bruno d'Andrea) sur une photo d'Alix Barbet (thermes de Stabies à Pompéi).
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